Desde que Telémaco mandase a Penélope a ocuparse de sus cosas mientras él se dedicaba a lo importante, la lista de mujeres que levantaron el mundo en silencio no ha dejado de crecer. Y la de aquellas que escondieron su sexo para seguir su vocación o las ocultas tras hombres cercanos o lejanos que se apuntaron el éxito. Henrietta Faber tuvo que disfrazarse de hombre para estudiar medicina y ejercerla, y murió en América después de ocultar toda la vida que ejercía un oficio masculino. María de la O Lejárraga, cultísima y estupenda escritora, escribió los éxitos de su famoso marido, Gregorio Martínez Sierra, incluso tras su abandono. Irena Sendler, ‘El ángel de Varsovia’, libró de la muerte a más de 2500 niños del gueto de Varsovia. No fue reconocida hasta su vejez. Dorothy Hodgkin, mapeó la estructura de la penicilina y consiguió el Nobel en 1964. Los periódicos recogieron la noticia con el escueto: Ama de casa de Oxford consigue el Nobel. La científica Rosalind Franklin fue clave para descifrar la estructura del ADN, uno de los avances científicos más importantes del siglo XX. Pero el Nobel en Fisiología y Medicina se lo llevaron en 1962, James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins por el trabajo de ella. Chien-Shiung Wu, científica china estadounidense, cuyo nombre hoy en día casi nadie reconoce, participó en el desarrollo de la bomba atómica en el Proyecto Manhattan, y fue una de las más grandes físicas del siglo XX.

Puede que las cosas hayan cambiado, pero cuando veo a mujeres fuertes, como Carmen Calvo o Isabel Celaá, desgañitándose para guardar las espaldas de su jefe, me acuerdo de Soraya y su bolso o de Cospedal defendiendo lo indefendible con aquella indemnización en diferido, y siento una extraña ternura y sonrojo. Por no hablar de López Obrador besando a la periodista incómoda.

Querer saldar esa deuda histórica y ese nivel de subordinación que algunas siguen padeciendo, pensando que rompen techos cuando están estrellando sus cabezas contra él, rociando lejía en las partes pudendas de un hombre es locura enajenada. Y de las gordas * Profesora