TLta Conferencia Episcopal les aconseja que aguanten; Ana Botella dice que el acosador de Nevenka Fernández mantuvo "una actitud impecable"; Fraga, que el manoseo a una niña por el alcalde de Toques es una "menudencia"; el obispo de Córdoba, que el sacerdote que abusó de niñas menores merece confianza; aquí hay una clase dominante, creyente y devota, que no cree en la mujer. Los jueces, con frecuencia, penalizan la forma de vestir y, por hache o por be, justifican al violador; los empresarios reclaman el certificado de ligadura de trompas para no soportar las bajas maternales; los progresistas y liberales insisten, ante la violación o muerte, en que algo habría hecho para llegar a esto, porque hay que ver cómo vestía, entraba y salía; aquí hay una clase ciudadana que duda, por sistema, de la mujer.

Si denuncia el acoso o el maltrato, su vida será un infierno y su permanencia en el entorno, una tortura. Cada vez que acuda a solicitar un trabajo, la verán como conflictiva y el dedo acusador de la desconfianza será su sombra. "La mujer debería sentirse sofocada de vergüenza con sólo pensar que es mujer", dijo Clemente de Alejandría hace siglos, pero parece que fue ayer: las humillaciones, acosos, violaciones y asesinatos, eso sí que debe avergonzarnos.

*Filólogo