Hay una sociedad financiera que ha establecido una relación entre el ánimo de las sociedades por sus problemas económicos y los resultados de sus selecciones en el Mundial de fútbol. Hay un científico ruso excéntrico, Grigori Perelman , que ha sido capaz de resolver el enigma matemático del último milenio, la conjetura de Poincaré, y ni siquiera se ha molestado en recoger el premio de un millón de dólares que le concedió la Fundación Clay. El matemático ruso, que vive como un eremita en Moscú, ha anunciado que está en condiciones de demostrar matemáticamente la existencia de Dios. Vistas así las cosas, si el estado de ánimo determina la posición en el Mundial de fútbol y una ecuación matemática puede dejar sin misterio a las iglesias que viven de la fe, el mundo puede enderezarse prescindiendo de los mercados, sus especuladores y sus clases dirigentes por el sencillo procedimiento de establecer la relación entre la economía y las matemáticas.

En España, las matemáticas han dado un respiro al presidente Zapatero ; hacer públicas las cuentas de la banca ha dejado con las vergüenzas al aire a Alemania y le ha dado oxígeno a la economía española. Las cifras han espantado a los buitres. Pero no sabemos si fue un cálculo matemático lo que impidió al árbitro dar por bueno el gol inglés que botó claramente dentro de la portería y no fue reconocido y favoreció la clasificación de Alemania. Argentina, siempre en la encrucijada entre la euforia y la depresión, se las verá con Alemania: entonces, dada la personalidad de Maradona , puede que las matemáticas y Dios se fundan en un resultado favorable al país latinoamericano.

La solución de la conjetura de Poincaré no ha impulsado al G-20 a aprobar unas tasas universales bancarias. Puede que Perelman haya demostrado matemáticamente la existencia de Dios, pero, a lo que se ve, cuando desprecia un premio de un millón de dólares no está en su ánimo poner en orden el universo de la economía, que parece mucho más fácil que ganar el Mundial de fútbol o quitarle el misterio de la fe a las iglesias. Por aquí no está la solución al misterio de los mercados y los especuladores.