WLwa victoria de Hamás en Palestina es la última y más aguda demostración del fracaso del conjunto de la política exterior de Bush. La exportación a la fuerza de la democracia a Oriente Próximo no sólo no ha disminuido el vigor de las organizaciones radicales, sino que ha engordado el apoyo popular que reciben y la amenaza terrorista.

Encima, ha multiplicado el sentimiento antinorteamericano, porque la sociedad árabe-musulmana cada vez es más consciente de que está siendo expoliada por sus gobernantes, tolerados por EEUU en la medida en que no se oponen a sus designios dictatoriales. Y no es mejor la situación en Latinoamérica. Allí los electores, herederos de un antiquísimo rechazo a EEUU, simultáneamente han reforzado a la izquierda moderada (Argentina, Chile, Brasil) y al nacionalismo riguroso (Venezuela y Bolivia).

Aunque Europa disponga de una capacidad diplomática muy limitada, tiene una gran oportunidad de ganar influencia en este nuevo escenario mundial. Con su prestigio casi intacto en las áreas más conflictivas, debe ayudar a restaurar el multilateralismo en unas relaciones internacionales en las que también ha de recuperar peso la ONU, tan ninguneada por el presidente norteamericano.