La crisis del covid-19 es, con la calculadora en la mano, la antesala a otras crisis sistémicas de origen no financiero. Quizás el factor más probable sea el cambio climático. Quizá venga por otro lado. Al fin y al cabo, el error es humano. También el aprendizaje. No sé si estamos preparados o hemos aprendido algo. Durante el confinamiento he pasado por distintos posicionamientos según me iba informando, pero no consigo tener certeza de si realmente somos conscientes de lo que está pasando y está por venir. En una primera posición, encuentro muy positivo que muchas empresas hayan dirigido sus estrategias hacia un bien común. Siendo más responsables y más sostenibles. Resulta esperanzador. Con todo, me surge el temor de que nada vaya a cambiar. Ya que como han demostrado muchas grandes empresas que si la rueda sigue girando no hay responsabilidad social que nos interese. Esa visión, al igual que las opiniones de muchos especialistas, hacen vislumbrar un futuro bastante desolador en el que pagarán la crisis sanitaria los mismos que ya la están sufriendo. Sigo sin tener claro cuál es y cómo será la vida tras el coronavirus. Lo que está claro es que debemos prepararnos para un mundo más vulnerable. Es el momento de apostar por la sostenibilidad y de eso no cabe duda. Sin embargo, dudo si realmente hemos aprendido lo suficiente como para proyectar nuestros objetivos hacia ese fin común o plan global.