TEtste es el lema que luce el escaparate de la mítica cafetería lisboeta Café Nata, en plena ruta de un tranvía que despierta todos mis deseos de fiesta en el paladar, crema, canela y limón. Sí, necesitamos crema para blanquear y embellecer la tostada que cada mañana nos desayunamos empapada en aceite de freír, claro a ver... esto no da más de sí, el reciclaje en la cocina está haciendo estragos en los estómagos. Permanece intacta la dignidad mientras de la radio caen pedazos de España en vinagreta. Contemplo un ejército de tumbonas al sol donde se tuestan los que aún no han caído en desgracia y me viene a la memoria la otra España, la que no veranea y hace guardia, la que dirige grúas y limpia los jardines de hojas secas, la España que elimina de las aceras los excrementos de la otra media, la que hace cola en las urgencias y no protesta porque carece de esperanza.

Hay una España que veranea mientras otra se cuece entre fogones y se tumba de agotamiento al caer la noche. Y hay otra España que agoniza entre rejas esperando un juicio justo, un Bis a Bis con la libertad, un apaño o un amago de paño sucio. Yo reclamo crema cremosa, de la que se extiende sin control por los alrededores de una boca anhelante.

Necesito consistencia cremosa para estos días espesados de calor y bochorno que me hacen huir del telediario como de la peste. Imaginaos ahora que se cae de la parrilla la diosa de las noticias, doña Ana Blanco , será imposible llegar a los postres, porque si algo es Ana, la dama de blanco, es que resulta creíble y acude cada día a las tres en punto, inmaculada, convertida en manantial de evidencias sacudiendo de migajas el mantel salpicado de comida basura. Los jefazos se llevan a Ana Blanco al espacio nocturno, a los corrales de la información, donde media España anda dándole al "terrazeo" y el picoteo aceitunero, mientras la otra media se afana en su cocina reciclando cremas de verdura y otras frituras.

XNO SEx muy bien qué y por qué, pero algo se está cuajando en la crema pastelera que se elabora con huevo y a veces pelín de gelatina en el ente público de RTVE, os recuerdo que la crema pastelera en cuestión, se obtiene añadiendo harina o maicena durante el proceso de cocción y se utiliza para rellenar buñuelos, pepitos o milhojas... luego está la crema catalana, sí hombre, esa que se sirve en recipientes individuales de barro cocido y cuya superficie se quema para formar una delicada costra crujiente. Prefiero las natillas, con sus polvitos de canela y su galleta flotante durmiendo sobre un lecho de leche y limón.

Sí, el mundo necesita crema, solar, nutritiva y protectora, crema para combatir el paso del tiempo y crema para suavizar el roce de los cuerpos, crema para dar y tomar porque como muy bien escribió Jaime Gil de Biedma en el poema Trompe L'Oeil "indiscutiblemente no es un mundo para vivir en él"...

Existen talleres donde te enseñan a elaborar cremas de todo tipo, yo he elegido hacer crema para eliminar estrías, sí hombre, esas bandas paralelas de la piel que rodean vientre, nalgas y muslos. Bien, pues aquí me tienen toda la mañana macerando flores de caléndula y raíz de jengibre con aceite de albaricoque, menuda trabajera. Todo sea por mejorar este cuerpazo que va camino del mediodía sin un capricho cremoso que llevarse a la boca. Contención, que enseñan en otro taller al que me he apuntado para la semana que viene... ya les contaré.

Pero ahora estamos en "modo crema", esa actitud que requiere alrededor gente feliz, gente vainilla, exploradores a la búsqueda del color avellana, cosecheros de cardamomo y cultivadores de durazno. Gente chantilly, gente escandalosamente dulce y cremosa para poner a prueba este mundo de bazares y traiciones.

Hay quien creyó ver en mi artículo del pasado domingo el espejismo de un cambio de rumbo, un guiño al político que gobierna, y yo me río y me pongo hacer cremas no vaya a ser que sea mejor que escribir. No, ni apoyo ni desapego, ni me arrimo ni me desentiendo, ni arrumacos ni empujones, ni una cosa ni otra, nada que ustedes no piensen; que no me gustan los políticos, que no me los creo, que por suerte nunca milité en ningún partido y que observo desde la barrera que me da mi libertad y mi independencia el fluir de los acontecimientos y los deposito en papel.

Ni besos ni muerdos, tan sólo mis consideraciones de domingo y mis ganas de crema. Sucede que mi dulce hogar junto a una pastelería marca a veces el aroma de este artículo, y entonces todo alrededor de la Mirilla se vuelve crema, huele a crema, es crema, pero nunca jamás pastelera.

*La autora es periodista