En septiembre de 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible definiendo dos de los mayores retos globales a los que se ha enfrentado nunca la humanidad: la erradicación de la pobreza y la lucha contra el cambio climático.

Nuestra especie, el Homo sapiens, es una especie joven en la historia del planeta. Si asimilamos esa historia con la duración de un día estaríamos aquí, aproximadamente, desde las 23:59 horas. Sin embargo, en tan poco tiempo hemos conseguido alterar las condiciones climáticas de la Tierra carbonizando la economía para ir más allá de las meras necesidades de subsistencia individual y colectiva. Nuestra especie ha emigrado desde sus inicios buscando los recursos necesarios para subsistir. Nada ha cambiado: somos una especie nómada que huye de las condiciones adversas que puedan poner en riesgo su continuidad, pero la sobreexplotación de recursos naturales de parte del mundo «civilizado» nada tiene que ver con acceder a esas necesidades básicas. Cada año, los consumidores de los países ricos desperdician casi tantos alimentos (222 millones de toneladas) como la producción de alimentos neta total del África subsahariana (230 millones de toneladas).

Las emisiones fósiles crecieron a un ritmo cercano al 3% anual en la primera década de este siglo aunque desde 2010 se detectara una ralentización en su crecimiento. En contraposición a esa tendencia, el desarrollo de las tecnologías bajas en emisiones no es capaz aún de equilibrar y superar el avance de las emisiones de CO2 para alcanzar el objetivo de limitar el calentamiento global por debajo de los 2,5 grados centígrados.

La agricultura mundial tendrá que enfrentarse a numerosos desafíos durante las próximas décadas y el cambio climático hará la situación más compleja. Un calentamiento por encima de esos 2,5°C podría reducir la oferta mundial de alimentos y generar nuevas áreas de hambrunas (FAO 2016).

Algunas regiones agrícolas, especialmente las tropicales y subtropicales, estarán en peligro por el cambio climático, mientras que otras regiones, en particular las situadas en áreas templadas o en latitudes más altas, pueden resultar beneficiadas. Allá donde la pobreza ya es extrema, la pérdida de productividad agrícola la intensificará e impulsará a sus habitantes a emigrar.

Por tanto, poner fin al hambre, conseguir la seguridad alimentaria y una mejor nutrición, y promover la agricultura sostenible así como garantizar una vida saludable y fomentar el bienestar para la ciudadanía de todas las edades, dos de 17 objetivos principales de la Agenda 2030, serán claves para conseguir la erradicación de la pobreza.

Porque la búsqueda de un futuro mejor es un anhelo humano y los movimientos migratorios que huyen de la inseguridad, el hambre o la falta de oportunidades responden a él. La cooperación internacional aparece en este escenario como el instrumento fundamental para conseguir aquellos objetivos, pero en el fondo subyace la dicotomía entre humanos altruistas y aquellos que no lo son. Sin altruismo no erradicaremos la pobreza.

Finalmente, sin un pensamiento positivo hacia nuestros semejantes, no seremos capaces de bajar los peldaños necesarios desde las estrategias globales de la Agenda 2030 hasta las locales, de adaptarnos al cambio climático con la resiliencia como estrategia, ni revertiremos, tampoco, la tendencia actual al agotamiento de los recursos naturales como el agua dulce o la biodiversidad.

En una expresión de ese altruismo tan necesario hoy, sirva de ejemplo para muchos el mensaje de Greta Thunberg, una niña sueca de tan sólo 15 años, que lucha por remover la conciencia climática incluso entre los humanos más escépticos.

*Experto en riesgos ambientales.