Difícil resulta, con la que nos está cayendo, afirmar que cualquier pasado fue mejor. Nada más erróneo afirmar este concepto ya que estamos en perpetua evolución y hay que adaptarse al ciclo que estamos viviendo.

Más problemático resulta sin embargo asimilar la crisis de valores, comportamientos actuaciones que presenciamos y leemos cada día. Resulta penoso comprobar, como se juegan la vida muchos jóvenes practicando el balconing y últimamente, como más novedoso, ofrecerse a las vías del tren a probar suerte, ya que lo de la ruleta rusa, resulta muy cinematográfico, pero está pasado de moda ¡crisis de valores, de creencias, de educación o de aburrimiento por una vida vacía!

Los que nacimos ayer, también arrastramos nuestro lastre al fallarnos la base, el eje central; los valores falsos de la educación que recibimos. Malos ejemplos en políticos corruptos, justicia adocenada influenciable y a veces ineficaz. Pero sobre todo, a los que éramos creyentes nos han dejado en mantillas con los últimos escándalos de la Iglesia católica ¡quién puede reparar esto! Los que nos hemos educado en buenos colegios y llegado hasta la saturación del mes de María, del Sagrado Corazón; uno en mayo y otro en junio, primeros viernes de mes, ejercicios espirituales en los que estaba totalmente prohibido comunicarse o articular palabra, etcétera; no salimos de nuestro asombro.

Es una realidad vivida y una experiencia de la que cuesta salir indemne o idiotizado. Afortunadamente como contrapunto existen buenos ejemplos; ahí está la ingente labor realizada en Brasil por el obispo Pedro Casaldáliga, al cual he tenido el privilegio de conocer y también reconocer su obra y dedicación. Conservo como un tesoro sus cartas y su rosario confeccionado con semillas por "sus indígenas". Ejemplo de valor y esperanza para continuar.

Carmen González Millán **

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