Una caravana ha ido a Grecia para expresar su solidaridad con los refugiados y llamar la atención internacional sobre sus problemas. Conforme a su objetivo, llevaban sus carteles en inglés. Pero las mayores pancartas estaban escritas en valenciano, lógicamente ininteligibles para sus destinatarios. Triste ejemplo del triunfo del más cerrado nacionalismo sobre una pretendida solidaridad. El mal viene de lejos. Poco después de la llamada Transición se organizó en Valencia una Congreso Internacional contra el Fascismo. Hubo un aviso de bomba. Pero la alarma para el desalojo no se dio primero en inglés, o en castellano, sino en valenciano, primando el nacionalismo sobre el derecho a la vida de la mayoría. ¿No es eso nacionalismo extremo, es decir, puro fascismo? ¿O solo es malo el nacionalismo centralista, el del otro, no el periférico, como el valenciano, catalán o vasco, según defiende aún, directa o indirectamente, gran parte de la izquierda? Y así estamos.