Natalia se desnuda lentamente y se toca la barriga con mezcla de ternura y acritud. Ahora lee a Delibes por las noches. Le consuela. O no. Porque llora. Llora por los hijos que estaban viniendo y se fueron de repente sin ni siquiera saludar. Sin ni siquiera decir "hola, aquí estoy". Y no sabe qué es peor, si perderlos a mitad de camino, cuando una nota que empieza algo, una nueva vida, un amago de movimiento allá dentro, o lo otro, aquello que pasó al principio, hace años ; fue visto y no visto, llegó antes de tiempo y llegó mal, y, ¡zas!, se lo llevaron los del otro lado de un zarpazo y se acabó todo. Un ángel más, me decía.

Y estos otros, ¿qué son? Suponemos que ángeles también, o mejor aprendices de ángeles, que esperemos velen a los padres que han dejado huérfanos. Porque también hay mamás y papás que se quedan desamparados, faltos de esos hijos que los dejan antes de tiempo. Antes del tiempo, incluso. ¿Hay algo peor que la muerte de un hijo anterior a la de su padre?, se quejaba Pleberio en el formidable monólogo final de La Celestina . No. ¿Y qué me dicen del dolor de no llegar a conocer los hijos que una engendra? Los griegos dirían que es cosa del destino. Pero no.

En todo caso Natalia es fuerte y asume eso, fatalidad o sino o lo que sea, mas no se resigna y camina erguida, resuelta como es ella, enérgica, tozuda, determinada a beberse los buenos y agradables tragos que la vida también le ha dado y le da. Plantando cara a dioses y demonios, y reconociendo cada día la hermosura luminosa de su cuerpo. Su vida viste chispa y lucidez.

PD. Hay otras Natalias, otras mujeres, sin embargo, en todo el mundo, a las que embarazan a golpes, sin amor y sin permiso; muchos lugares de Africa, América y Asia están repletas de estas mujeres, obligadas a tener hijos que no desean o que ven que sus hijos son robados para algún negocio. Las llenan de hijos tras forzamientos espantosos o se los quitan de un zarpazo, se los arrancan de cuajo, las rajan y les hurtan los hijos que aún no han parido, o se los roban recién vieron la luz del mundo y los matan ahí delante mismo, o los tiran al mar, o trafican con ellos; o les quitan los críos ya mocetes y con vocación de ser felices y en vez de regalarles infancia les entregan un arma y los drogan y los nombran soldados; o las meten, a las niñas, en un antro de esclavas de varones que podrían ser sus padres, o sus abuelos. Y los culpables suelen ser siempre los mismos, los hombres armados. Y las víctimas casi siempre las mismas, también, mujeres pobres, indígenas, campesinas, luchadoras...

(PD2. Natalia, española. no logra que sus embarazos ni sus partos deseados lleguen a buen puerto; a Martha , guatemalteca, le abrieron las entrañas "para que no pariera guerrilleros ni sindicalistas"; a Béatrice , congoleña, la violentaron aquellos que se supone tenían que protegerla; Folami , etíope, no puede acceder a anticonceptivos ni decidir sobre su cuerpo y la pobreza le ha llenado de criaturas que jamás decidió tener; a Aarushi , india, le quitaron sus niñas y las colocaron en un burdel).

*Periodista