Reducir los efectos contaminantes del Prestige continúa siendo el gran objetivo prioritario. Pero esconder la responsabilidad política bajo esa necesidad es hacer trampas. El asunto toca de lleno al Partido Popular porque su fundador, Manuel Fraga, presidente de la Xunta, no ha estado a la altura de las circunstancias.

Primero se ocultó, después dio explicaciones más que confusas sobre su paradero en el arranque de la crisis y, al final, arremete contra quienes le exigen democráticamente que se explique. Tampoco el Gobierno central demuestra ser más diligente que el gallego. No supo reducir el riesgo tras el primer escoramiento del barco, no puso los medios adecuados para evitar los males mayores del derramamiento de fuel y aún hoy practica una política más propagandística que informativa ante la opinión pública.

Los miembros de la UE empiezan a actuar, aportando ayuda material y revisando normas preventivas que no se cumplen, como lo demuestra que un buque gemelo del Prestige haya zarpado desde la misma zona báltica con una carga similar. Hay que acabar con las prácticas mafiosas en el comercio internacional. Pero no por eso hay que dejar de exigir, a nivel interno, una eficacia que no ha existido.