Catedrático de Universidad

Mónica Bellucci, actriz, se ha referido a los norteamericanos como gentes difíciles para las relaciones humanas, interesadas especialmente en los negocios. Parece poco dudable su justeza, aunque seamos conscientes de la injusticia escondida en los intentos de generalización. Ciertamente, la primera potencia mundial, conocedora de la forma de ser de su población, es capaz de lanzarse al espacio exterior de sus fronteras llevando como primera bandera la defensa del interés económico nacional. Si a ello se le une una concreta administración, rabiosamente conservadora, nos encontramos con el triste escenario de la guerra.

Venga lo anterior al caso por las sorprendentes declaraciones que acaba de hacer el número dos del Pentágono, Wolfowitz, ideólogo de la acción militar, restando importancia al supuesto arsenal militar iraquí. Su comentario: "Por razones burocráticas nos centramos en las armas de destrucción masiva, porque era una razón en las que todos podían estar de acuerdo", y el de su jefe, Donald Rumsfeld, al sugerir que el ejército iraquí destruyó las armas antes de la invasión, son auténticos latigazos a las conciencias públicas de todo el mundo y consecuentemente a la de los señores de la guerra patrios.

Pero es más, el halcón Wolfowitz cita otra razón, importantísima para ellos y casi inadvertida para los demás: "Acabar con Sadam Husein permite a EEUU retirar sus tropas de Arabia Saudí". Consecuencia directa de ella es la aparición, cada vez más evidente, de los principales motivos de la estrategia política de Bush y compañía. Si no se olvida que la raíz de Al Qaeda está en el territorio saudí, la retirada de allí ayuda a pacificar la zona, siendo ésta controlada desde el país vecino, y de camino se explotan directamente sus pozos petrolíferos.

Mientras tanto sus dos principales aliados europeos caminaron y caminarán con la carga a cuesta de sus complicidades en las formas de hacer negocios de los americanos. Claro está que las sensibilidades de la vieja Europa, y la de los ciudadanos de la nueva, caminan por otros derroteros distintos a la razones de la primacía y de la fuerza. En nuestro país, la demagogia, que ya adquirió carta de naturaleza con la lamentable sumisión de nuestro gobierno a la política económico-invasora de su aliado, va a alcanzar título propio con los últimos acontecimientos. De entre tales, adviértase que los datos del CIS de finales de abril (ahora conocidos por todos), señalaban que sólo el 19% de los ciudadanos podría cambiar su voto por la guerra (¿se entiende ahora la campaña del superlíder ?). En segundo lugar, la túnica de silencio que extienden sobre todo lo concerniente, considerando zanjado por las urnas cuantos despropósitos cometieron. Y en tercer lugar, especialmente mezquino, ante los insultos por los militares muertos en el accidente aéreo, declarar: "Los familiares siempre llevan razón". ¿No le dará vergüenza tanta incoherencia, cuando la muerte de Couso, en vez de herir su conciencia, es silenciada por la vil sumisión a los negocios de su aliado? Mientras tanto, Arenas, el pasado día 25 retomó la moderación y el centro político para su partido. Ese centro que ellos silenciaron desde la crisis del Prestige y que ocupan pasada la tempestad.