Por lo que se empieza a conocer, la crisis (inexistente) le está costando a Rodríguez Zapatero el primer revolcón serio en sus cuatro años y medio de Gobierno. Los ciudadanos, afirman las encuestas, perciben con nitidez lo que Zapatero se empeña en negar; se desacredita el convencimiento del presidente de que no reconocer la existencia de los problemas motiva que estos se desvanezcan. Es el inconveniente de creerse los manuales de los gurús de la sociología y la semántica al pie de la letra. Solo sirven cuando funcionan. Cuando la realidad es poderosa, negarla únicamente incrementa la desconfianza de los ciudadanos ante la parálisis de quien no puede combatir lo que no reconoce. Naturalmente que hay un factor psicológico que amplifica las condiciones reales. El miedo es fundamental en los comportamientos humanos: el temor paraliza, pero al mismo tiempo convoca el amparo de quien tiene el poder para ofrecer protección. Si el poderoso dice que no hay motivos para tener miedo y este es persistente, la protección no se siente. La doctrina de la Moncloa empieza a hacer agua por sus propias contradicciones: ¿por qué se abre la puerta al retorno de los inmigrantes en condiciones económicas tan ventajosas, como son cobrar el paro por anticipado, si no hay una situación de emergencia? ¿Por qué se empeña Fernández de la Vega en explicar con convencimiento las medidas contra una crisis que en realidad no existe? Hasta Pedro Solbes ha usado el término maldito en sede parlamentaria. La confianza es un factor limitado que tiene que estar acompañado de la coincidencia entre lo que se predica y lo que se percibe. Zapatero es un optimista inveterado, cuyos resultados, hasta ahora, avalan la eficacia de su personalidad para hacer frente a problemas en situaciones favorables. La confrontación, como tecnología del PP, fue el valor más sólido de la política del presidente en la anterior legislatura. Ahora las cosas están cambiando. En mitad de la crisis del PP, algunos de los sondeos avalan el empate técnico. Negar la crisis empieza a ser el peor negocio de Zapatero.