CORONAVIRUS

Negligencia colectiva

Alejandro de Gregorio

Gran parte de Occidente ha consumado uno de sus mayores fracasos sociales internos con el trato dispensado a las residencias para ancianos y sus usuarios. Un desastre mayúsculo en cuanto al resultado final del que nadie se puede sentir orgulloso. No deja de ser en parte una negligencia colectiva, por lo que señalar es importante pero corregir es urgente. La manera de gestionar la sanidad dentro de las residencias y las carencias que podían sufrir tanto en cuanto a personal sanitario y material preventivo eran aspectos de sobras conocidos por las autoridades sanitarias y de asuntos sociales. Está claro que las normas actuales nos son en absoluto efectivas ni correctas. Se ha segregado a una parte de la población con los mismos derechos que el resto a recibir una atención médica pública correcta.

ENFERMEDADES RARAS

Delirio de una cuerda

Ana González

Córdoba

Ahora todas las personas han sido raras y únicas. Todas saben ya lo que es estar confinadas sin poder salir de casa. Saben lo que es el miedo a que no haya una cura, una vacuna, el miedo a ir a un hospital y no ser atendido. Todas han sentido la incertidumbre de qué les ocurrirá mañana e incluso si estarán vivas. Todas tienen miedo por lo qué ocurrirá con sus seres queridos, abuelos, padres, hermanos, hijos. Algunas habrán tenido miedo a la incertidumbre de si podrían comprar alimentos o a no tener medicación... Pues ni aún así se aproxima a la realidad de las personas afectadas por enfermedades raras, ya que: Aún estando encerrados saben que si hay un incendio, solo les basta abrir la puerta y bajar sin tener barreras arquitectónicas que les frenen.

Que con la incertidumbre de que aún no hay una cura saben que están investigando los científicos del mundo entero. Saben que si van a un hospital se les procurará poner respiradores o lo que esté en sus manos sin que le digan «no vengas que por lo tuyo no podemos hacer nada». Aún teniendo miedo por el mañana no han tenido dolores insoportables que les impidan salir a comprar los productos imprescindibles o sacar al perrito... Miedo porque siempre los más vulnerables salen perdiendo, no es que no puedan ir a un gimnasio a tonificar y muscular para lucir tipo, es que se han quedado sin la rehabilitación diaria que ni siquiera es para mantenerse o estabilizar, es para intentar ralentizar el deterioro que le causa su patología. Aunque, tranquilos, pronto dejaréis de ser raros y únicos ya que los gobiernos y las farmacéuticas a nivel mundial están deseando quedarse con la patente y para ello están inviertiendo, por lo que la cura del covid-19 llegará.

autismo

Aulas especiales

Carme García

Barcelona

Mi hijo Pol tiene 26 años y tiene autismo: una discapacidad del 88%. El confinamiento ha sido duro para él y para todas las personas como él. Las primeras semanas estaba desubicado, apagado, triste; él no habla, pero tiene sentimientos: notaba el ambiente extraño, las calles vacías, el tono de las noticias, la tristeza y el miedo de todos, y lloraba. Con la desescolarización debida a la crisis del coronavirus, las personas discapacitadas han perdido rutinas, referentes, compañeros, profesores y psicólogos, terapias personalizadas. Con la desescalada, volver a las escuelas especiales, centros ocupacionales, centros de día y centros especiales de trabajo es absolutamente necesario, pero tampoco será fácil: conlleva tiempo de adaptación, y los psicólogos ya avisan de que los chicos volverán a estar nerviosos, y habrá un repunte de los problemas de conducta. Algunas escuelas convencionales ya han abierto, pero los padres de personas discapacitadas seguimos sin saber nada de cuándo lo harán estos centros. ¿Y cómo? ¿Los horarios y grupos serán iguales o reducidos? Las administraciones debería destinar partidas económicas a sufragar el incremento de los costes derivado de la situación actual para que no tengan que hacerlo los padres, que ya no pueden más, y menos con la crisis que vendrá.