Somos un país visceral. Internet es sólo un espejo de ello. Tras una semana con los peces de amor inundando las redes, el pasado domingo enciendo el ordenador y me entero de la fatal noticia, del asesinato de Gabriel.

Veo la fotografía de la presunta autora del crimen: mujer, negra. Pienso: a ver cuánto tardan en aflorar los de siempre. Sí, esos que al horrible crimen le deben añadir la condición de la autora. Como si se necesitara de agravantes. Efectivamente, alguien pregunta algo así como que en qué «categoría identitaria» encajaba el crimen.

Ese fue sólo el primero de toda la horda de aquellos que están esperando a que una mujer cometa un asesinato para justificar todos los feminicidios. A que un inmigrante sea un delincuente para criminalizar a todos los demás que vienen. A una denuncia falsa contra un hombre para victimizar a todos ellos. La excepción hecha norma.

Y para colofón, el debate sobre la prisión permanente revisable. Un país serio no puede legislar al calor de una tragedia.

La sacrosanta Constitución española reza en su artículo 25.2: «Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados».

Reeducación y reinserción. Que hay personas horribles que no merecen ver la luz del día, sí. Que la verdadera cuestión es qué modelo de sistema penitenciario queremos para nuestro país, también.

La dureza de las penas no evita los crímenes, ni en cantidad, ni en ‘calidad’, véase el caso de los Estados Unidos.

Claro que las víctimas, como ciudadanos, deben tener un altavoz y reconocimiento, pero su dolor no puede ser utilizado como bochornosa arma arrojadiza entre partidos y como motivo de venganza para la turba.

Ni la madre de Gabriel pidiendo mensajes de «amor y no de rabia» hace reflexionar a todos aquellos que quieren linchar a la verdugo de su hijo.

Pues no, Ana Julia Quezada no puede cumplir pena en su país porque el crimen se cometió en España, porque ella vive desde hace décadas aquí y porque es nuestra responsabilidad.

Como sociedad, ¿qué queremos entonces? ¿Prisiones como las de República Dominicana?