La desaparición de Nico Jiménez el pasado sábado ha causado una conmoción en la hostelería y el turismo de Extremadura. Se ha ido alguien que supo hacer del corte de jamón un espectáculo. Quizá por eso los puristas de este arte a veces lo denostaban. Pero, muy por encima de esto nos deja alguien muy joven, que se enfrentaba cada día al reto de darle a los productos extremeños la dimensión y el reconocimiento que merecen.

Nico, de hecho, era tratado como un auténtico maestro cuando enseñaba este noble arte de lonchear jamón en países asiáticos, donde fue embajador de las delicias de nuestra dehesa.

Entre otros muchos premios, Nico tenía el Cuchillo de Oro o la Medalla de Oro a la Mejor Trayectoria Profesional, así como varios récords Guinnes por la loncha de jamón más larga del mundo. Entre todos ellos, tenía especial cariño al que le entregó El Periódico Extremadura a la Promoción de Extremadura en el año 2015.

Pero lo más interesante es que Nico había hecho de sí mismo una marca publicitaria con la que viajaba por todo el mundo para enseñar cómo se corta un jamón ibérico y, por ende, cómo se disfruta de él en plenitud. Fue de los primeros en iniciar una conquista que se me antoja clave en la apertura de nuevos mercados.

Las redes sociales se convertían el sábado en un hervidero de condolencias, porque, además, Nico Jiménez, era un personaje muy querido allá donde iba y un profesional hostelero apreciado en Mérida, con dos establecimientos abiertos.

Le recuerdo en el Salón del Jamón de Jerez y en una Feria Ibérica de la Alimentación en Don Benito, donde nos contaba sus sueños, sus ganas de hacer cosas... Es una pena que tan joven se nos haya ido alguien que puso los focos sobre lo más nuestro y que tuvo que explicar en los aeropuertos de medio mundo que los cuchillos que llevaba eran para dar clases de cocina. Se nos ha ido un grande. Hacen falta más valientes como Nico Jiménez. Refrán: Buen amor y buena muerte, no hay mejor suerte.

* Periodista