TMtás fino sería decir obesos, pero se llama gordo a lo que está pasado de peso. Además, sólo hablando de gordura, de gordura infantil, se puede aludir cabalmente a ese género de maltrato, dispensado por los adultos a los niños, que consiste en engordarlos con comida-basura y sedentarismo casposo, comprometiendo su salud, su autoestima, su vida futura y aun la duración de esa vida futura. La mitad de los niños españoles están gordos.

Los niños españoles están gordos porque lo están los padres y cuantos adultos pululan entre ellos. Les enseñan a estar gordos de todas las maneras posibles: estabulándoles durante horas ante los sádicos dibujos de la televisión, los videojuegos y el ordenador, criando buenas grasas en el trasero; metiéndoles tentenpiés de bollos guarros en la mochila escolar; propinándoles horrendas y tóxicas bazofias en el almuerzo y la cena, y, sobre todo, presentándoles el modelo del mayor ahogado por las lorzas, que come a dos carrillos y a deshora, que ingiere muchas más calorías de las que quema, que tira de coche para todo, y que, encima, pretende neutralizar el efecto de todo ese sindiós montando los domingos, tórpidamente, en bicicleta.

Los niños están gordos porque en España se maltrata a los niños, principalmente en la modalidad de obligarles a llevar la vida de sus mayores. Salvo excepciones marcadas por el conocimiento, el respeto y el amor a las criaturas, el trato a los niños es deplorable, también en lo tocante a ese capítulo básico y transcendente que es su alimentación. No suelen ser los derechos y las necesidades de los niños la prioridad en las familias españolas, en cuyo equipo directivo suele aliarse el egoísmo con la ignorancia. La circunstancia de que todavía comen peor y más insalubre los que comen en casa que los que lo hacen en la escuela o la guardería, es, sin duda, tan elocuente como aterradora.

El asunto no es fácil: entre que se perdió el hábito de cocinar, que los niños son de suyo tiquismiquis con los alimentos, que la mayoría de estos contienen venenos (¡el atún! ¡el emperador!), y que los adultos no dedican a los niños el tiempo necesario, no es raro que estén gordos. Gordos y solos.