Tanta uniformidad no la vi ni en la mili , donde cada cual se las arreglaba para tunearse sutilmente, un poco, el traje de faena y hasta el de romano . Me refiero a la uniformidad de fondo y forma de las críticas vertidas desde los predios de la derecha ultramontana contra Rubalcaba , todas ellas de idéntica e incomprensible virulencia. Diríase que a todas esas voces que coinciden en calificar de íncubo al nuevo vicepresidente primero del Gobierno les llega con un sólo cerebro para todas, y que aun les sobra. Ese Rubalcaba convertido en diana del pim-pam-pum de esta feria llevaba ahí, en el Gobierno, la tira, combatiendo a ETA con gran éxito por cierto, pero ha bastado que asomara la gaita como presumible sucesor de Zapatero para que la Legión Azul, tan devota del Arte Tormentaria, haya dirigido contra él sus cañones vomitando fuego: cruel, delincuente, mafioso, oportunista, hipocondríaco, intrigante, malo, terrorista, ladino, amoral, traidor o bicho (sí, bicho), son algunas de las perlas explosivas que le han dirigido desde esas baterías.

Cualquiera en su sano juicio, incluyendo a quienes en el PP lo conservan pese al secuestro ideológico del partido por su ala más dura, reconoce en Rubalcaba a un político potente y eficaz cuyo mayor peligro deriva más de su servidumbre al Estado que a un partido. Ya querría tener el PP un Rubalcaba, o al propio Rubalcaba, pero como no puede, pues no tiene en nómina a nadie con ese perfil, inspira a sus empleados el deseo de cargárselo sin piedad, pintándole, pues sus empleados son algo romos y funcionan todos, como queda dicho, con un único cerebro, con rasgos infrahumanos. O sobrehumanos, pero de la clase de los que usa el Maligno.

Pero a cuenta del ascenso de ese hombre con aspecto, y acaso algo más, de político decimonónico, emerge de nuevo el energumenismo de nuestra política, que aquí no es un arte ni una ciencia, ni siquiera una técnica, sino un aquelarre cainita, una constante reyerta tabernaria, una sirla, una erradicadora ansiedad. No diga Rubalcaba, diga Satanás, tal es el resultado del análisis, según parece, de la actualidad.