Dina (nombre ficticio) es mujer iraquí y cristiana. Lleva más de diez años en España, adonde llegó después de la primera guerra del Golfo, huyendo del olor a fuego y a muerte. Porque intuía que aquello no se iba a quedar así y que, tarde o temprano, los lobos de Washington regresarían arrasando el país y llenándolo de sangre, seguidos casi con total seguridad de otros lobos, esos que velan a las mujeres de cabeza a los pies.

Ella aterrizó en España, dispuesta a rehacer su vida, pues ya tenía un familiar aquí. Otros de su familia también lo hicieron. Canadá, Italia, España, y Siria y Líbano sobre todo, fueron los lugares en los que recalaron para empezar de nuevo. La matriarca y el patriarca, no. Ellos prefirieron quedarse en su hogar bagdadí, a merced de los locos, de las bombas y de los atentados. Unos días sin luz, otros sin agua.

A Dina, lo único que le alegra de verdad en estos momentos es el bebé de su sobrina Mariam , casada con un iraquí musulmán. Ellos también andan por tierras españolas y añoran a quienes se quedaron en Oriente. Las estrellas en la noche son para ellos como las lágrimas de aquellos que sufren y que van errando de aldea en aldea buscando cobijo. Buscando paz. Buscando algo que se parezca al bienestar.

Muchos de ellos huyeron de la ocupación y la guerra que asola la antigua Mesopotamia desde hace varios años. Pero la maquinaria de matar los persigue. Y el desprecio internacional, también. "Me parece indignante lo que está pasando ante la pasividad de todo el mundo, salvo las palabras insignificantes para lavar la cara", me cuenta Dina con rabia y tristeza.

"Tengo mi hermana en el Líbano, ya se fue de Beirut hacia un pueblo del norte, que es el pueblo del marido. ¡Otra vez deja su casa y todo lo que tiene para no saber lo que les va a pasar!, ¡vuelven a su casa o no!, y si vuelven qué encuentran, ¡dice que en Beirut ya no hay ni agua ni luz! Me suena otra vez a la situación de mi familia en Bagdad. Ahora mis hermanos están en Siria, se escaparon del infierno de Bagdad, dicen que es imposible vivir allí, y menos para las mujeres. ¡No sé a dónde vamos a llegar!"

Dina es mujer y es fuerte. Tiene esa fuerza que atesoran algunas mujeres en su interior y que les hace sobrevivir y luchar en medio del delirio de unos cuantos empeñados en destrozar la vida a los demás. Como ella, otras mujeres de su familia, y muchas otras mujeres iraquíes y libanesas, derrochan fortaleza y reciedumbre cuando tener esperanza es casi un lujo. O acaso un espejismo.

X¿QUE HACER?x No me hablen del Holocausto ni de las víctimas del nazismo. Que no se merecen que las utilicemos. Que la mejor forma de honrar su memoria no es acumulando niños y mujeres presos en cárceles inhumanas ni matando civiles. Dejemos tranquilos a los muertos de antes y hagamos algo con los muertos de ahora. O mejor, para que ahora no haya más muertos. Y no me exijan que aclare que, por supuesto, además del terrorismo de Estado del Gobierno de Israel estoy en contra de todo tipo de terrorismo, y que, por si alguno es tan corto que aún no se ha enterado, criticar la actuación del gobierno y del ejército israelíes no es estar contra el pueblo judío (como estar en contra de la política del cantamañanas de Bush no significa que queme en la hoguera las obras de mis queridos Hemingway, Dos Passos y H, Miller , o las películas de Clint Eastwood y W. Allen , por poner un ejemplo), ni ser antisemita, entre otras cosas porque siempre me han atraído mucho las culturas de los hijos de Sem (árabes y judíos).

Porque es el colmo que para criticar las actuaciones del gobierno de un país tengamos primero que hacer no sé cuantas aclaraciones no sea que nos llamen tal o cual cosa, como contaba hace unos días Vargas Llosa en un artículo de un diario nacional. Que aquí en cuanto hablas, ya se sabe, o eres un rojo y masón, o eres amigo de los terroristas. Y ya está bien, hombre, ya está bien.

*Periodista