Abogada

Las declaraciones en torno a las nacionalidades históricas de Jiménez de Parga han conseguido concitar el mayor rechazo de los denominados conservadores del purismo nacionalista. Todos estos salvadores patrios han alzado su voz, en una especie de defensa numantina de su cuota electoral, y es que el ser ultra nacionalista en algunas comunidades es algo así como sobrevivir en su existencia. Algunos, parece ser, han calificado al presidente del Tribunal Constitucional como persona non grata; y en medio de este debate, aparecen esos individuos que, de verdad, despiertan casi o nulo respeto por sus declaraciones, caso de Arnaldo Otegi, que en un planteamiento de puridad ideológica ha relacionado representar a nuestro país, por parte de una ciudadana vasca, como la peor servidumbre del ser vasco. La fuente ideológica, inagotable de este tal Otegi, ha empezado con la recién afamada cantante. Y quizá continúe, al objeto de seguir dando mecha a su endiosado protagonismo mediático, con los jugadores vascos de la selección de fútbol, por ejemplo, o con el propio seleccionado nacional. ¿También se deben sentir agraviados estos representantes del balón? ¿No celebró este tal Otegi los goles marcados por la selección española?, o ¿sólo se emocionó con el gol cuando el que lo ejecutó fue el jugador vasco y no el jugador español?

Resulta francamente lamentable escuchar comentarios de este tenor. Lo triste del hecho no es que personajes como éstos puedan ser tan retorcidos, sino que efectivamente en su política, en su capacidad de liderazgo, representen actitudes que son claramente xenófobas y esto sí que es absolutamente criticable.