TEtl 14 de marzo de 2004, tras la noche electoral, un grupo de jóvenes electores lanzó a Zapatero un ¡no nos falles! que él convirtió en compromiso personal para afrontar su mandato. Eran momentos convulsos que requerían confianza en los políticos. Los que vivimos hoy también lo son y aquel grito con destinatario único debe ahora transformarse en apelación doble.

Hoy se ven el presidente Zapatero y el líder del PP, Mariano Rajoy en La Moncloa. Y en la conversación tendrán que restaurar una confianza brutalmente deteriorada en los últimos meses, con el convencimiento de que sólo desde una posición común se podrán afrontar debidamente los riesgos de los esperanzadores tiempos que vienen.

Desde la oposición se habla de delimitar las líneas rojas que el Gobierno no debe atravesar. No hay problema, están perfectamente establecidas en la resolución del Congreso de los Diputados del pasado mes de mayo que el PP no apoyó y debería ahora asumir definitivamente. Convendría también que el principal partido de la oposición revisase las líneas rojas que ha atravesado en los últimos meses, acusando a Zapatero de estar más cerca de los terroristas que de las víctimas, de arrodillarse ante ETA, de mendigar una tregua por manifestar la convicción, prematura pero ahora demostrada, de que la posibilidad de que se produjese estaba madura.

El presidente, por su parte, debería comprometerse a mantener informado al principal partido de la oposición sobre todo aquello de lo que pueda ser informado. Eso se recoge en el Pacto Antiterrorista, que recuerda, no obstante, que es al Gobierno al que corresponde dirigir la política en esta materia. De ETA, ya sabemos que no podremos fiarnos hasta que les veamos entregar las armas. Pero de quien no podemos desconfiar es de nuestros políticos. Nos enfrentamos a un proceso que requiere cautela y prudencia, esto se ha dicho hasta la saciedad en los últimos días. También requiere políticos de altura y no estaría mal apartar de la primera fila a algunos voceros que tienen la extraña virtud de estropearlo todo cada vez que abren la boca. No hará falta citar nombres. Pero, sobre todo, estamos ante un proceso que será largo y que no se sabe a quién le corresponderá culminarlo. Por eso es importante que nadie ponga trabas de las que después pueda arrepentirse.

Así que hoy, lo mejor que se les puede decir a Zapatero y a Rajoy es ¡No nos falléis!

*Periodista