Cantautor

Protestar contra lo establecido parecía algo propio de progres irredentos. Estábamos en el tiempo de lo políticamente correcto. Que no es otra cosa que ser incapaces de asumir responsabilidades. Tú trabaja y consume, de lo demás nos encargamos nosotros, era el mensaje que llegaba desde el poder. Un poder cuya ambición suprema parece ser que es el control de los medios de comunicación. Unos medios empeñados en infantilizarnos, en tratarnos como memos absolutos. Quizá por eso ha sentado a cuerno quemado la actitud de nuestros actores y cineastas en la gala de los Goyas. Si hay crisis en el cine es porque sois un atajo de mediocres resentidos, se les ha espetado. Haced películas que no molesten a nadie, que no planteen problemas a nadie, que no hablen de nada y reventaréis la taquilla. Sobre todo que haya más sangre y más violencia. Aprended del cine americano. Pero, excepto a los de siempre, el frontal rechazo a la guerra de los hombres del cine ha sido acogido por el ciudadano de a pie con simpatía y alborozo. Y lo mal que ha sentado ha sido el regocijo y las bromas de todos estos días. Se nos había olvidado que incordiar al poder es un derecho y un deber de los cómicos de todas las épocas y latitudes. Y ejercerlo con libertad y valentía dignifica un trabajo difícil, inseguro y arriesgado. Así que dejémonos contagiar por ellos. Y digamos no a una guerra que levantará oleadas de protesta en todo el mundo. Para dignificar al ser humano y su capacidad de pensar críticamente ante lo que quieren vendernos. Para que la decadencia del Imperio que se autodefine como el Bien, no salpique a medio planeta. Para recobrar la dignidad que quieren escamotearnos, digamos no a la guerra. Todos, con nuestra gente del cine, digamos no a la guerra.