Se suele decir que hay sentimientos para todo y para cada momento. Uno de ellos es el arrepentimiento: Gramaticalmente, significa algo que lamentamos no haber hecho o haberlo realizado. La palabra la podemos utilizar para lamentarnos, por ejemplo, de haber votado a cierto partido que luego no cumplió sus promesas y defraudó sus expectativas. Pero también la usamos para decir que si no hubiésemos hecho tal o cual cosa, hoy no nos encontraríamos en la situación en la que estamos.

Hay hechos realizados o no cuyas consecuencias suelen durar toda una vida. Posiblemente sean simples excusas para justificarnos a nosotros mismos de las acciones tomadas.

Siempre necesitamos a alguien a quien echarle la culpa o culpar al destino, la suerte o la mala suerte, pero alguien o algo, exista o no, se lleva el sambenito.

En todo momento, sacamos a relucir una justificación a fin de calmar nuestra conciencia. Pero otras veces nos quedamos dándole vueltas a aquello que no hicimos.

Es esta la época en que más se usa el arrepentimiento. Es que al llegar a fin de año, hacemos un balance de los 365 días antes habíamos planificado. ¿Por qué no hicimos aquello que nos hubiese ayudado? ¿Por qué dejamos de hacer aquello, que tanto nos apasionaba y que, posiblemente, nos podría haber hecho cambiar la vida?

Y así pasamos miles de momentos con cuestiones reales o imaginarias, de justificaciones o reproches a nuestro proceder. No importa qué, pero alguien tendrá que arrepentirse de algo en algún momento porque siempre estamos buscando una excusa.

¿Y si dejamos de de reprocharnos tantas cosas? Porque lo que hicimos ya es pasado. Si lo hicimos, aceptémoslo, pero vivamos el presente sacando las conclusiones necesarias que la vida nos ofrece.

Antonio Medina Díaz **

Badajoz