Yo también digo no a la mina, pero me refiero a esta fórmula donde una vez más somos meros aportadores de materia prima, sin más compensaciones que las que, por ejemplo, recibimos de nuestra producción energética. ¡Ah! Y, paradójicamente sin comerlo ni beberlo, algunos han decidido ya que la famosa fábrica estará en Badajoz. Lo que significa que el mineral saldrá de las minas de Cáceres (Valdeflórez) o de Cañaveral (Las Navas) y lo más probable, de ambas.

Por eso digo no a una mina que apenas dejaría empleo precario y una enorme cicatriz en la tierra. Por eso demando, de nuestras autoridades y representantes, simplemente justicia con una provincia, la de Cáceres, que año a año está más deprimida, más aislada, envejecida y pobre. Con una ciudad que acumula miles de parados y un paisaje comercial y de servicios de ruina.

Como en el siglo XIX, cuando Segismundo Moret fundó la Sociedad General de Fosfatos de Cáceres (1876) y pudo escribirse, durante más de un siglo, una de las mejores páginas de la historia industrial de nuestra ciudad. Cuando gracias a esa iniciativa llegó el ferrocarril, en una línea que jamás debió abandonarse, como es la de Madrid a Lisboa. Como entonces, aparece una oportunidad de modernización, desarrollo y trabajo. Ahora debe estar en nuestras manos aprovecharla al máximo.

Un proyecto minero de esa envergadura y con el valor estratégico que encierra, no puede rechazarse sencillamente con un «no a la mina». Debe contemplarse como una oportunidad a la que hay que exigir las máximas garantías legales (explotación y posterior restauración), la exigencia de empleo estable, las instalaciones industriales y fabriles, allí donde va a producirse la extracción; y, el apoyo sin demagogias de quienes tienen la obligación de procurar el desarrollo de una provincia que languidece, perdiendo representatividad (29 diputados frente a 36 en Badajoz) y poder decisorio en sus propios intereses.

No me valen el ruido y las pancartas, la llamada presión de la calle, la mezcla de intereses escondidos tras el «no a la mina». No es admisible lo políticamente correcto, porque hay una plataforma o el miedo de la mayoría silenciosa. Ahora deben imperar la lógica democrática del derecho al trabajo, el crecimiento y el desarrollo sostenible. Sí sostenible, igual que las decenas de parques fotovoltaicos bendecidos por nuestras autoridades.

Estos trenes pasan pocas veces por la vida de un territorio, sacarles el máximo rendimiento y exigir los beneficios correspondientes es de justicia. No hacerlo debería tener sus consecuencias políticas. Dicen que rectificar es de sabios y hay tiempo para ello. Cáceres y su provincia necesitan con urgencia estas oportunidades y no podemos permitirnos el lujo de quienes simplemente con un no a la mina lo resuelven todo. No podemos seguir perdiendo trenes.

*Profesor de la UEx