Habitualmente, caminar es algo simplemente funcional. Pero, hoy, salir a pasear es un bien preciado. Representa la recuperación paulatina de las libertades perdidas por las circunstancias actuales de confinamiento. Este acto simbólico y simple de andar ligeros por espacios libres también es un recordatorio de la importancia de una vida sencilla en bienes materiales. No necesitamos tanto en nuestras mochilas. En este proceso lento de reconstrucción social y económica debemos pensar cómo queremos reemprender nuestra vida individual y comunitaria. Quizá deberíamos recuperar parte del ideario del pionero del ecologismo Henry David Thoreau (1817-1862), agrimensor, naturalista, escritor, filósofo y fabricante de lápices. Autor de Desobediencia civil y Walden, escribió «para esa mayoría de hombres y mujeres que está descontenta con su vida y con los tiempos que les ha tocado vivir, pero que podrían mejorarlos, y también para aquellos en apariencia ricos pero que en realidad han acumulado cosas inútiles y no saben muy bien qué hacer con ellas». Simplificar nunca ha sido tarea fácil y el desapego por lo material es un aprendizaje que puede durar toda la vida (sino, pregúntenle a un monje zen). Pero como dijo Lao Tsé: «Un viaje de mil millas comienza con un paso».

VELOCIDAD EXAGERADA

Los camiones del quinto puente de Badajoz

Luis Álvaro Mayoral González

Badajoz

Con los tiempos que corren, y como buen hijo de vecino, desde hace unos días salgo a andar-trotar para ir retomando un poco la salud después de dos meses de inactividad.

Mi recorrido discurre por el camino que va desde el ferial hasta el azud y desde allí hacia la pasarela sobre el Guadiana, camino público, si no me equivoco. ¿Es de recibo que todos los días pase miedo por la velocidad a la que circulan los camiones de la obra del quinto puente? Pues me ocurre.

El otro día, una piedra, de no menos de 300 gramos me pasó a menos de un metro después de cruzarme con un ciudadano ejemplar de los que conducen estos camiones, cuando en su propia señalización, la que la empresa tiene dispuesta en el camino, se prohíbe ir a más de 20 km/h. No pido tanto, pero es que no veo a ninguno que vaya a menos de 50, y si el camino se estrecha un poco durante unos metros, búscate la vida que te paso a medio metro, y sin bajar la velocidad.

El otro día me crucé con un coche de la Guardia Civil en dicho camino y le expresé mi queja al respecto. Sí, sí, ya lo sabemos, me respondieron, pero cuando nos ven se ponen a velocidad normal. Hoy me he vuelto a cruzar con otro coche, y esta vez les he expresado mi enfado en mayor medida, indicándoles si tiene que ocurrir algo para que actúen. Su respuesta, después de dejarme muy claro que estaba un poco enfadado (cómo voy a estar, a pesar de ver que no me están atendiendo), ha sido un simple: denuncie usted en la Comandancia.

Y me pregunto: si como indica la Guardia Civil tienen conocimiento del asunto, porque por lo que se ve no es la primera queja que reciben, ¿por qué no actúan?

Y se me ocurren varias formas como un simple control de radar de los que habitualmente camuflan cuando entienden que es oportuno (y cuidado que no me meto con esta práctica, cada vela que aguante su palo), o una simple llamada o escrito desde la Comandancia (ese lugar lejano en el que al final nadie termina denunciando y así existen menos problemas), a la dirección de la empresa expresando las quejas de los ciudadanos y advirtiendo de las posibles medidas a tomar.

¿Tan difícil es tomar medidas preventivas que eviten problemas, previas a cualquier denuncia, o es que la única forma de solucionar los problemas ciudadanos es denunciando? Si por casualidad finalmente termina habiendo algún herido o atropellado. ¿estará la conciencia tranquila en la Guardia Civil cuando alguien diga, ya se advirtió?