Hay que ser positivos», claman los manuales de autoayuda. Como si el optimismo fuera el bálsamo de Fierabrás que curara todos los males. Es verdad que uno puede adormecer los sentidos, prescindir del análisis y la reflexión y cobijarse en la confortable ignorancia. Pero, si uno se siente interpelado por la inhumanidad, la sinrazón y tropelías que gobiernan el mundo, ¿de verdad se puede ser optimista?

¿Se puede sentir alborozo con esta sectaria, mediocre y en no pocos casos corrupta clase política que sufrimos en nuestro país? ¿Se puede vivir tranquilo con gobernantes del estilo del taimado Putin o del orate que preside Estados Unidos, por poner solo dos ejemplos? ¿Podemos permanecer impávidos ante las consecuencias irreversibles de posibles accidentes nucleares, guerras o ataques terroristas con con este tipo de armas? ¿Se puede ser animoso viendo como destruimos el planeta sin que hagamos nada efectivo y contundente para remediarlo?