Muchos europeos se preguntaban si Berlusconi era digno de presidir temporalmente la UE. Nosotros pensábamos desde hace mucho tiempo que no. Pero si alguien opinaba lo contrario ayer pudo comprobar su equivocación. No, no lo es. Europa no merece tener un presidente que se atreve a jugar con las palabras para calificar frívolamente de nazi a un eurodiputado socialdemócrata alemán por el simple hecho de que éste había criticado su política de inmigración. Así empezó su mandato el impresentable dirigente italiano.

Pero no estamos ante el problema de una salida de tono puntual. Europa no merece que la represente un político que ha resuelto sus numerosos problemas con la justicia dictando una ley de inmunidad --aunque debería llamarse de impunidad-- a su medida. Ni que la encabece un hombre que controla abusivamente la información en su país --seis de los siete principales canales de televisión italianos--, y que se apoya para gobernar en el partido xenófobo de Bossi y en otro que es heredero literal del fascismo. Berlusconi encarna precisamente lo peor y lo más degradado de la democracia. No, no podemos considerarle bajo ningún concepto presidente de lo que deseamos que sea nuestra Europa.