Siempre que se acerca el 8 de marzo, hay algún hombre que pregunta, normalmente ofendido, por qué, si hay un Día de la Mujer, no hay un Día del Hombre. Yo no quiero un Día del Hombre, como tampoco me gusta que exista un Día de la Mujer.

Porque, si celebráramos un Día del Hombre, significaría que los hombres, en general, estarían siendo discriminados o desfavorecidos por el mero hecho de ser hombres. Significaría que ocuparían mayoritariamente los trabajos peor pagados; que serían los que en mayor medida tendrían que renunciar a trabajos o ascensos por quedarse en casa cuidando a los hijos; significaría que estarían siendo asesinados a razón de casi cuatro hombres al mes, según los datos del 2020 que ha ofrecido esta semana la ministra de Igualdad y así suma y sigue.

No quiero un Día del Hombre porque supondría que, si nacieras niño ya tendrías, a priori, un futuro más complicado que si nacieras mujer; significaría que la desigualdad la llevarían marcada, a modo de letra escarlata, durante parte de su vida y que tendrían que pelear el doble que las mujeres y demostrar el doble que estas para llegar al mismo sitio.

Significaría también que serían juzgados por enseñar demasiado con cierto vestuario o por salir con mujeres más jóvenes que ellos. Vi en una ocasión un estudio en el que un hombre debía pasar entre un grupo de mujeres y soportar expresiones y gestos de acoso y cómo entonces, poniéndose en su piel, entendía lo que supone ser mujer hoy en día.

Quizás falta empatía porque, aunque uno esté rodeado en su círculo cercano de igualdad, en casa, en el trabajo o en la familia, eso no significa que, a nivel social, se siga necesitando un Día de la Mujer, aunque solo sea para recordar a las que pelearon antes y subrayar que sigue habiendo una lucha que afrontar.

Claro que todos los días deben ser el Día de la Mujer, que también los y las hay que critican las manifestaciones como si quienes participan no defendieran la igualdad cada día de su vida; claro que todos los días se debe trabajar por ello, desde casa, desde la escuela, desde las instituciones… Pero, ¿por qué ofende tanto este día? Quizás porque ver a tantas personas feministas, que no extremistas, nos saca los colores, en general y nos recuerda que esto no ha terminado aún, que todavía hay mucho que conseguir para que, simplemente, este día desaparezca del calendario, ojalá.

*Periodista