La pelea socialista se ha saldado de momento para el partido en Extremadura con una fuerte representación en la gestora que gestionará el voto del grupo parlamentario ante la investidura de Mariano Rajoy --ahora o con posterioridad a unas terceras elecciones--, pero la bronca de militantes en las redes sociales no para y el PSOE de esta Comunidad no es excepción.

Nunca se había visto una agresividad tal entre socialistas en público. El incendio es de tamaño descomunal y a la secretaria de organización Ascensión Godoy, y la dirigente juvenil Soraya Vega que más que como extremeña forma parte de la gestora por Juventudes Socialistas de España, se les ha llamado GolPPistas por compañeros socialistas de la región.

El PSOE es, y cada vez más dados los problemas de definición ideológica y espacio político a los que se enfrenta, plural. Los máximos dirigentes extremeños optaron en las últimas primarias por Eduardo Madina frente a Pedro Sánchez. Así lo hizo abiertamente el secretario provincial en Cáceres Miguel Ángel Morales, y más discretamente el regional Guillermo Fernández Vara.

Pero había también un buen núcleo de sanchistas, incluso se toma Extremadura como ‘kilómetro cero’ de la toma de posición del político madrileño para lanzarse a unas primarias en las que, con el apoyo del poder de Susana Díaz, se convirtió en el primer secretario general elegido por la militancia.

Pese a la división, y como era ley en la formación, al día siguiente el PSOE regional se puso a las órdenes de Sánchez y éste ha transmitido con Extremadura, por medio de Fernández Vara, una imagen de colaboración y complicidad que costaba creer se llegara a romper como así ha sido.

Es cierto que las brasas madinistas nunca dejaron de arder, con llamaradas cuando Sánchez fichaba a la ex UPyD Irene Lozano, pero aquellas imágenes del ex secretario general del PSOE acudiendo presto a la región tras el incendio de Gata retratan una más que privilegiada relación entre él y Extremadura.

Por su pequeño tamaño el PSOE regional --aunque salvo el PSC, en la práctica siguen funcionando como las antiguas federaciones socialistas regionales-- no debería ser más que una pequeña voz dentro del concierto nacional del partido, pero no es así y juega un papel de potencia mediana e incluso algo más, gracias al hueco que cavó Rodríguez Ibarra y que Fernández Vara ha conservado; hay además una obligación moral e ideológica en que quienes nacieron de la mano de Pablo Iglesias para proteger a los débiles, siempre mimen al territorio socioeconómicamente más desfavorecido de España.

El caos socialista ha situado a la gestora, como gobierno interno provisional, en posición débil para maniobrar frente a la investidura de Rajoy, y también debilita la posición de Vara, la Junta y el PSOE extremeño, para sacar los próximos presupuestos autonómicos con mucho de su sello. Los muros del búnker del PP han ensanchado y a Podemos, tras Euskadi y Galicia, solo le faltaba esto para empezar el asalto a los cielos.

Pero quizá la posición del político oliventino encuentre nuevos adeptos en una masa de ciudadanos sin gran disciplina ideológica que votaba a Ibarra, repitió con Vara, en 2011 probó con Monago, y de nuevo esté indeciso.

Hay dirigentes extremeños que ensalzan a Sánchez por el «no es no» y su negativa al PP hasta sus últimas consecuencias, entre ellos algunos muy significados que hace un año se abstuvieron sin embargo en Cáceres para que la ciudad gobernada por el PP de Nevado tuviera presupuestos, aunque fuera a cambio de algunas enmiendas; precisamente lo que defienden sus adversarios críticos dentro del partido cara a Rajoy.

Política, el arte de optar entre inconvenientes y donde uno siempre queda salpicado.