Desde el fuego de Mohamed que revolucionó Túnez, estamos siendo testigos en el tiempo presente de protestas y levantamientos en el norte de Africa contra crueles dictadores que durante años han sometido a sus pueblos a toda clase de degradación y vejaciones coartando a su vez la libertad a la que tiene derecho todo ser humano.

En esta oleada de rebelión imparable, que se ha dado en llamar primavera árabe , sería correcta la acción de repulsa, repudiando la tiranía de los que se proclaman autoritarios, si las represiones no fuesen tan crueles como la de los mismos dictadores.

El sufrido pueblo saharaui, víctima del olvido y de múltiples abusos indescriptibles, a pesar del inexplicable silencio en que está sumido --tal vez por su inadecuada costumbre de sufrir calladamente todo tipo de desmanes--, puede que algún día se revuelva contra la tiranía del monarca alauí, en incontenible hervor reclamando la libertad que le corresponde tras 36 años de destierro en la dura Hammada argelina. Más con todo, si algún día llegara esa hora, a pesar de ser amigo del pueblo saharaui, yo no calificaría de admisible ver que ellos en alocado motín se comportaran con la crueldad que han demostrado los libios con el dictador Gadafi por muchos asesinatos que el sátrapa haya cometido. Todos por derecho humano, deben tener la oportunidad de un juicio justo, no de ser linchados por la locura incontenible de la exacerbada masa.

José Gordón Márquez **

Azuaga