Los gobernantes nos adulan diciéndonos que somos héroes por el mero hecho de quedarnos en casa. Pero, con tal afirmación, no buscan otra cosa que nuestra aceptación, colaboración y mansedumbre. Y, por más que nos regalen los oídos, deberíamos de tener claro que no somos ni héroes, ni nada parecido. Porque no hay nada de heroico en quedarse en casa, con las despensas y frigoríficos bien surtidos y una buena conexión a internet. Porque el heroísmo se manifiesta en otros espacios y enfrentándose a riesgos muy superiores a los que se asumen saliendo a hacer la compra, a tirar la basura o a pasear al perro para que defeque. Y, aunque todavía está por ver que a alguien le haya estallado una mina antipersona durante la práctica de tan temerarias tareas, Sánchez nos sigue diciendo, en sus infumables monólogos, que bravo por nosotros, que hemos aprendido a lavarnos bien las manos y que somos unos valientes. Solo le falta aplaudirnos por amasar y hornear nuestro propio pan. Y todo eso en discursos trufados de metáforas bélicas y citas de Kennedy o Churchill... En fin, que mientras el presidente lee todo lo que le vuelcan en el teleprónter, mientras trata de aturdirnos con la oquedad de sus palabras y lo hiperbólico de sus halagos, no sé si la gente está reparando en que, al atribuirnos esas virtudes de manera inmerecida, devalúa la cotización del rango de héroe nacional. Y que esto conduce, irremediablemente, al hurto de medallas a los héroes que sí merecen esas insignias por su valor, esfuerzo, entrega y sacrificio. Por eso, aunque parezca una perogrullada, no está de más recordar que los héroes -los de verdad-- no están estos días en su hogar, sino trabajando en los hospitales y farmacias, en las calles y carreteras, en los almacenes y supermercados, en el campo y en algunas fábricas. Que quienes se baten el cobre en esos espacios sí se han ganado a pulso el título de héroes. Y que, por tanto, la equiparación gubernamental entre el mérito de quienes estamos en casa viendo Netflix y quienes se están jugando el tipo, sobra. Entre otras cosas porque desvirtúa el valor del reconocimiento que le debemos a unos héroes y heroínas que, para mayor escarnio, están teniendo que soportar cómo algunos de los falsos héroes del #yomequedoencasa les escupen, cobardemente, con pintadas insultantes y notas amenazadoras. Y todavía habrá venenosos especímenes que se crean hasta merecedores de un monumento por el simple hecho de haber mantenido sus posaderas sobre los mullidos cojines del sofá de casa, cuando, verdaderamente, a lo que optan, por el egoísmo y maldad de sus acciones, es al título de propietarios de una parcelita en el averno, donde, seguramente, acabarán cociéndose en su propia salsa. H*Diplomado en Magisterio.