El otro día, hablando de la erupción de ese volcán islandés, una señora me dijo: "¿Qué más puede pasar, una plaga de langostas?". Tenemos terremotos, inundaciones, nevadas y volcanes: el hombre, ante la naturaleza. Y ahora explota un volcán en el norte de Europa y todo se paraliza, incluso los aviones; no hay comunicaciones aéreas. El hombre, con su orgullo, se ha creído siempre el dueño y señor del planeta y, por tanto, ha hecho lo que ha querido, sin contemplaciones: ensuciarlo, contaminarlo, explotarlo. Se equivoca al creer que, con su tecnología, podrá dominar a la naturaleza.

Y ahora, de repente, el hombre se da cuenta de lo pequeño que es: la mera erupción de un volcán de Islandia derriba toda su tecnología. Es como si la Tierra se hubiera dado un respiro por la boca de este volcán. Durante unos días, miles de aviones han dejado de contaminar el aire. Tal vez el hombre aprenda algo de esta experiencia. No somos tan grandes, ni tan sabios. Ni somos los únicos; solo formamos parte de una gran familia. Dependemos de la tecnología y hemos dado la espalda a valores tan importantes como el respeto por nuestro planeta. Que nosotros, aquí, solo estamos de paso.

María Sala **

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