Puestos a buscar diferencias en el último comunicado de ETA, respecto a los mil cuatrocientos veinticinco anteriores, con el mismo discurso y las mismas palabras combinadas de cien maneras distintas, hay una especialmente gozosa: la saludable coincidencia en el análisis de todo el espectro político de extracción democrática. Nacionalista y no nacionalista. En el poder o en la oposición.

Con la excepción de los tradicionales amigos de ETA, la llamada izquierda abertzale --hoy por hoy, ilegal-- y la Eusko Alkartasuna descolgada del PNV, numéricamente irrelevantes en el arco parlamentario vasco, todas las fuerzas políticas comparten el diagnóstico. Con dos argumentos idénticos. El primero, la insuficiencia de la presunta buena voluntad de ETA. El segundo, sólo vale el definitivo adiós a las armas.

Ninguno de los matices señalados por unos y otros derogan la básica coincidencia de la clase política en el desdén frente al comunicado difundido por la banda terrorista a través de la BBC británica. Si acaso, se celebra el anunciado silencio de las armas, por el tiempo que sea, como algo bueno en sí mismo, aunque todos se malicien que el anuncio está más inspirado por la necesidad que por la virtud.

Ninguno de los portavoces que estos días han hablado en nombre del Gobierno y las distintas fuerzas políticas deja de constatar la debilidad de ETA en relación con el alto grado de eficacia policial en la lucha antiterrorista. De modo que incluso el hecho de hacernos saber que ETA "ya hace algunos meses tomó la decisión de no llevar a cabo acciones armadas ofensivas" (¡qué amables!) no ha conmovido a nadie.

No ha conmovido a los verdaderos representantes de la ciudadanía, como queda dicho. Y tampoco a la ciudadanía en general, que ya venía percibiendo la ausencia de "acciones armadas ofensivas", pero no por decisión de ETA sino de los Cuerpos Policiales, el CNI y la Gendarmería francesa. Así que esa especie de alto el fuego no acaba de ser percibido como una buena noticia por la opinión pública.

En realidad, ni buena ni mala. Porque en el fondo nada cambia, salvo quizás esa coincidente y gozosa intención del Gobierno y los partidos en no entrar al trapo de este último guiño de ETA. Es una forma de ratificar la doctrina del pájaro en mano (acoso policial y judicial, en fructífera cooperación con Francia) y no volver a hacerse ilusiones con la doctrina del ciento volando (inciertas aventuras negociadoras de la paz, que no han traído más que desgracias).

Abracemos, pues, como propias, las palabras del consejero de Interior del Gobierno Vasco, Rodolfo Ares , cuando nos viene a recordar que las fuerzas policiales nacionales y autonómicas no están en tregua.