Una de las cosas que uno aprende cuando lleva muchos años en esto del periodismo y la política es que la realidad puede cambiar de la noche a la mañana. Quién le iba a decir un año antes a Monago que iba a perder las elecciones ante un Vara que había errado presentando una moción de censura y quién le iba a decir al PP que tras el 20D y la renuncia de Rajoy a presentarse a la investidura, iban a transcurrir los acontecimientos como lo han hecho. Lo de Mariano Rajoy es digno de estudio. Su estrategia de sentarse a esperar a ver como los demás cavan su propia tumba ha funcionado a las mil maravillas. Los electores le castigaron en diciembre perdiendo buena parte de su poder territorial. Los recortes, la corrupción en su partido y su gobierno a golpe de rodillo hicieron mella en su holgada mayoría, pero después de despreciar la investidura al Rey diciendo que no contaba con los apoyos y fallar Pedro Sánchez en la suya, el PP no ha parado de crecer. Consiguió mejor resultado electoral en las segundas elecciones del 26J y, a la vista de los acontecimientos y la crisis del PSOE, Rajoy va a ser presidente del gobierno haya o no unos terceros comicios, porque de convocarse una nueva una cita con las urnas agrandaría aún más su mayoría. Y lo peor: no por méritos propios, sino por deméritos de los demás y, por supuesto, cansancio lógico de los electores.

A mí me da que a estas alturas de la película se aplicará el sentido común y no habrá nuevas elecciones. Empecinarse en ser la orquesta del Titánic, que no dejó de tocar hasta que se hundió el barco, carece de toda lógica, aunque el PSOE resulta hoy día una animal herido y casi acorralado y ante esta situación el raciocinio y el sentido común se aplican poco o casi nada.

A los socialistas les resultaría mucho más cómodo pasar este cáliz cuanto antes y empezar un proceso de rearmamiento que les permitiera ser de nuevo el partido que fue. Porque la imagen de la semana pasada, con una ruptura en dos bandos claramente enfrentados, exhibiendo sus tripas y sus miserias en público, tardará tiempo en olvidarse, lo que lo invalida a todas luces ante su propio electorado que no sabe a qué partido está votando al fin.

Hace tiempo, un dirigente del PSOE extremeño nos contó a un grupo de periodistas en los pasillos del Parlamento que Podemos les estaba destrozando, pero no tanto en las urnas como en la militancia. Y es que, según él, los socialistas, artífices durante años de buena parte de los avances sociales de este país, se estaban viendo acomplejados por unos recién llegados que, de verdad, se consideraban la verdadera izquierda y no esa izquierda aburguesada y acomodada en la que se había convertido el PSOE. Esa crisis, vista con distancia ahora, persiste. El partido precisa de un tiempo de reposo en la oposición en la que se redefinan sus planteamientos y decida qué hacer: eso que ahora algunos contrarios a ello llaman ‘podemizarse’ que no es otra cosa que emprender un viaje más a la izquierda o, por el contrario, insistir en esa banda ideológica de la socialdemocracia donde estuvo y ha estado el partido tantos años antes de que nos invadiera la crisis, se apoderara de las riendas del país la Unión Europea y dejáramos el capitalismo y el neoliberalismo como la moneda de cambio para todos.

Hay poco tiempo para decidir. El 31 de octubre, si no hay sesión de investidura, habrá nueva convocatoria electoral y este país será llamado a las urnas donde sabe dios qué pasará. Ya digo que las cosas pueden cambiar de la noche a la mañana, pero después del lío montado por el PSOE, con sus críticos y no críticos, sería absurdo acabar en el ‘no es no’ de nuevo. Para ese viaje no hacían falta alforjas ni combates de ese calibre. Con un partido así, donde está acabando el tiempo reglamentario, conviene asegurar el resultado y esperar a una segunda vuelta. Con una diferencia tan abultada y un equipo roto, jugar la prórroga no deja de ser un riesgo innecesario, por mucha ideología que haya de por medio.

La desautorización de Rajoy a buena parte de los suyos que ya apelaban a una abstención condicionada del PSOE o, si no, nuevas elecciones aprovechándose de la debilidad del adversario, ha sido muy clarividente. Sea por responsabilidad o incluso por estrategia no sea que su fanfarronería sea castigada en las urnas (o incluso por la intermediación/ mandato del Rey) lo cierto es que el camino ha quedado más despejado. Aun- que siempre cabe la capacidad de estropearlo, quién sabe.