Me pregunto qué fue lo que llevó a aquel tipo a tomar una de las decisiones más difíciles de su vida. O, mejor dicho: obligado por las circunstancias, tuvo que poner tierra de por medio para buscarse el pan en otro lugar muy distinto al que ya conocía. Otra cultura, otras costumbres. Empezar de cero y reinventarse, un empeño bello y duro.

El argumento de esta historia no tiene nombre ni identidad, pero bien podría ser el guión al que quizá cualquiera con algo de mala suerte o un revés inesperado haya de enfrentarse en el futuro. En las conversaciones con amigos a veces sale el asunto y siempre hay algún nombre que encaja con el perfil de quien, tarde o temprano, tendrá que hacer las maletas para buscar otro presente.

Así se escribe ahora la vida, en clave de esos nómadas que anhelan empezar de nuevo en un sitio que nunca imaginaron. Conozco a quien, por ejemplo, ya ha recorrido una isla de arriba abajo en pos de un empleo o a otros que emprendieron la huida hace tiempo y ya han logrado una porción de felicidad muy lejos de casa. Hasta los hay dispuestos a recorrer el Camino de Santiago con el objetivo de sembrar un currículum en cada parada. Son los nuevos tiempos: todo por un sueño, todo por sobrevivir. Admiro ese ánimo y les deseo lo mejor.

Da igual dónde, da lo mismo si es más pronto que tarde porque han decidido demostrar que, para ganar, siempre hace falta arriesgar aunque sea un poco. Estoy seguro de que lograrán lo que buscan y algún día contarán la experiencia como una aventura maravillosa a pesar de las piedras del camino. Nómadas, siempre nómadas, preparados por si el viento cambia. Saber adaptarse aprendiendo a vivir.