TLtos deslices retratan más a los personajes que el frío discurso preparado. Hay quien piensa que la ebriedad rescata lo auténtico de cada uno y que es la sobriedad el envoltorio en el que se guardan las hipocresías y la corrección política. Cuando a una dirigente popular se le escapó el término normales para referirse a los españoles de origen frente a la población inmigrante, no estaba diciendo nada nuevo sino lo que en muchas tabernas y alguna tertulia se puede escuchar y que creíamos que llevaba años enterrado: definir como normales a nuestros semejantes y como lo contrario a quienes no lo son.

La dirigente popular ni estaba bajo los efectos del alcohol ni había tenido un ataque de sinceridad, simplemente se le escapó la identificación de lo cercano con lo normal, frente a la anormalidad de lo ajeno. Lo más inquietante, en el fondo, es que se alimente entre quienes no son amigos de la reflexión la idea de una identidad correcta y una que no lo es, una lengua correcta y otra que no lo es, una piel normal y otra rara. Cuando ya hay gente en las calles de Villaverde cribando a buenos y malos según el lugar de nacimiento es el momento para que los políticos midan al milímetro sus palabras.

*Profesor y activistade los Derechos Humanos