El ser humano es una criatura dada a las conmemoraciones, a recordar sucesos en determinadas fechas. Los antiguos, que eran un poco rudimentarios, sólo festejaban cosas evidentes como los solsticios, las cosechas o sus muertos. La tradición cristiana nos ha legado un santoral repleto de advocaciones con santos que sirven para cosas dispares y suelen ser patrones de algo o de alguien. Nuestra actual civilización es mucho más laica y progresista, y en algo tenía que notarse. Por eso, con el inevitable declive del santoral, han ido apareciendo otras fechas conmemorativas que reciben el nombre de Días Mundiales o Internacionales. Cada año surgen nuevos pretextos --no tan evidentes como los antiguos-- y siempre hay alguien que asigna una fecha a eventos dispares como los humedales, la lengua materna, el árbol, la poesía, las aves o la libertad de prensa que conviven con otras más tradicionales, por ejemplo el de la madre, el padre, la comunidad autónoma o el santo local y con las referidas a la salud tipo el cáncer, la lepra o el tabaquismo. Con ellas, nuestra sociedad trata de llamar la atención sobre cuestiones relativas al medio ambiente, a las minorías oprimidas y débiles, a las discapacidades o a las enfermedades y adicciones varias. Son fechas bonitas y motivos hermosos instituidos para la reflexión y la colaboración, al modo en que antes lo hacíamos con el santo patrón y las onomásticas.

Pepi es muy dada a esto de las conmemoraciones, así que imaginé que estaría disponiendo algún acto respecto al Día de la Mujer --otros años ha venido organizando exposiciones de croché y bolillos y solía traer una feminista estilo Cristina Almeida a la Asociación de Amas de Casa para que hablase de desigualdades sexistas y desempleo femenino-- y le pregunté al respecto, por si quería que le echara una mano, que para eso soy mujer y muy orgullosa de serlo, faltaría más. Esta vez ha conseguido sorprenderme. Resulta que está harta del tal día y no piensa celebrarlo ni asistir a actos previstos. Dice:

--Pues sí, cariño, como lo oyes, porque yo no me siento víctima. No necesito ni quiero recurrir al victimismo. No quiero que una sociedad hipócrita me ponga las cosas fáciles ni me dé cuotas de poder y palmadas en la espalda sólo por ser mujer. No quiero situaciones políticamente correctas de chico-chica-chico-chica, ni un ministerio de cuota que luego resulte un hazmerreír como el de la Trujillo o un puesto de ornato y quita y pon como el de Leonor . Aborrezco que se instituyan propinas al empresario que contrata a una mujer como si de un ser discapacitado se tratara. Rechazo cualquier discriminación incluidas las positivas que hacen que, en lugar de sentirme favorecida, me sienta humillada. Esas actitudes me ponen de los nervios. Naturalmente, hablo desde mi condición privilegiada de mujer nacida en el primer mundo, alfabetizada y sin acosador de género durmiendo a mi lado. O sea, de la mayoría de las féminas de nuestra generación y procedencia. De nosotras, que somos íntegramente y por encima de todo personas y nos consideramos en posesión plena de nuestras virtudes y defectos. Nosotras, que reivindicamos las diferencias fisiológicas, ideológicas e intelectuales --que por supuesto existen-- como enriquecimiento personal, no como lastre. Nosotras, mujeres, que no somos idiotas y que únicamente seguimos necesitando cultura al mismo nivel y de la misma clase que lo necesitan los varones, nada más. Es la única arma que acabará con acosadores e injusticias sociales o económicas. Y eso no se consigue con una fiesta anual, estoy segura. ¿Y tú?