Toca buscar universidad. Padres, madres y alumnos, aunque cada vez estos últimos menos y los primeros más, andan como locos estos días calculando notas de corte para el acceso, posibilidades, futuros probables y algunas esperanzas improbables, para saber finalmente no solo la carrera universitaria a cursar, sino también dónde. La última encuesta publicada de Educa2020 al respecto señala que son precisamente los progenitores quienes más influyen, por encima del profesorado y orientadores, la carrera de sus hijos, concretamente en un 60%, y algo menos en la Formación Profesional (FP). Curiosamente resulta que las posibilidades de unos y de otros para encontrar trabajo son inversamente proporcionales al número de universitarios y de los que optan por la FP. La misma fuente señala que, por ejemplo en Madrid, el 58% de las empresas reconocen no encontrar trabajadores debidamente cualificados, por lo que cursar un grado medio o superior de formación profesional y de TIC, es sinónimo de empleo.

No crean que las notas de corte es solo cuestión de preuniversitarios, aquellos que han escogido la formación profesional, también tendrán, dependiendo del módulo o del grado, estar pendientes de las susodichas y dónde podrán cursarse, aunque si bien es cierto que con menor dificultad, a priori.

España necesita una urgente reforma tanto de la ley universitaria, como una restructuración y homogeneización de la oferta de FP.

Respecto a la universidad, y no lo digo yo, el presidente de la Crue (Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas) así lo ha demandado recientemente. Aunque seguramente sus motivos sean bien distintos, en muchos aspectos, coincidimos en algo sustancialmente obvio, la financiación y el acceso. En España invertimos 6.000 euros por alumno, mientras que en otros países se puede llegar a los 100.000.

Si hablamos de FP, el motivo además de financiero es estructural, sin una red de empresas global que garantice una correcta enseñanza teórico-práctica y aquellas comunidades que ofertan dichos estudios reciben tanta demanda que elevan la nota de corte excesivamente, vetando a muchísimos alumnos.

En resumen, y esta sí es mi intención destacar, nuestro futuro, que son nuestros jóvenes, no debieran verse obligados a elegir carreras o estudios que no desean cursar, por una pésima gestión organizativa y de planificación en muchos casos o por una deficitaria financiación estatal o autonómica, de gestión propia o delegada. Nuestros políticos tienen por delante un difícil reto, aunque también ilusionante, facilitar con políticas activas el acceso en igualdad de condiciones del mayor número posible de alumnos a una educación de calidad y vocacional, con mayúsculas. Seguramente no podrán garantizar el acceso a todos y para todo sin restricciones, pero al menos deben responsablemente intentarlo para que las notas de corte sean notas de suficiencia, que a ellos por cierto, no se les exige ni eso.