Como cada septiembre, la vuelta a las aulas, o a las jaulas, que eso ya depende de cómo sean el profesor y/o los alumnos. Para las nuevas remesas de estudiantes universitarios, antes de empezar a coger apuntes, habrá que pasar por un curioso rito iniciático. No, no bastaba con la selectividad, o con la misteriosa prueba que va a sustituirla en breve.

Aun recuerdo la sorpresa de una visitante extranjera al toparse con un extraño carnaval o procesión de disciplinantes bajo el noble arbolado de Cánovas. Embadurnados por una pringue indiscernible y maloliente, caminaban coreando al son que imponían dos o tres cómitres ("sus veteranos") que no llevaban látigo, pero sí un periódico para azotar de vez en cuando (insospechado uso de la prensa, desde luego).

Aunque en muchas universidades españolas las novatadas han sido prohibidas y perseguidas, en Cáceres y Badajoz siguen vigentes e inevitables. Muchos estudiantes incluso las apoyan, diciendo que son "una manera de conocer gente", como si la misma función no la pudiera desempeñar una fiesta de bienvenida. Imagino a ese ingenuo estudiante de Filología o Veterinaria que esperaba encontrar compañeros apasionados por la literatura o por los animales y cuyo recibimiento es un huevo estrellado en su cráneo o una víscera arrojada a su pecho por alguien cuyo único mérito es tener un año más.

Recuerdo, en Taiwán (que es como China, pero en pequeño, con democracia y libre acceso a internet) la solemne y envarada ceremonia de recepción de los nuevos ingresados por sus veteranos. Hombre, ni tanto ni tan calvo. Uno entiende la tradición de las novatadas en el Ejército, donde se trata de quebrar voluntades rebeldes y enseñar la sumisión a los superiores jerárquicos. En cambio, si la universidad pretende formar en valores de madurez y compañerismo, si pretende dar la ocasión a cada estudiante de desarrollarse intelectualmente y formarse un criterio independiente, es incomprensible que las novatadas sean su puerta de entrada.

Pero quizás esté en un error. Si la universidad pretende preparar para un mercado laboral cada vez más degradado ("no sé qué hacéis aquí, si la mayoría de vosotras terminará como cajera del Carrefour", se precia de espetar, cada primer día de curso, un profesor de cuyo nombre no quiero acordarme) quizás las novatadas sean un excelente anticipo para aprender resignación, a encorvar el lomo y someterse a las condiciones que les impongan.