TDtice Sabina con su maldad carismática que Zapatero rima con bombero torero y Rajoy con no me esperes que no voy . Con sabiduría canalla pone ripios sarcásticos a los dos principales cabecillas --a estas alturas de la película quizá no se merecen el título de líderes--. El veterano cantautor, que está de vuelta de todo, que confiesa que ha bebido, que nunca tuvo pelos en la lengua y que reniega de la ceja, los trata mal. Uno es un saltimbanqui cuya figura reduce a rimbombancia en traje de luces, espectáculo banal, apagafuegos superficial. Es cruel con él porque una vez llegó a creerle. Al otro nunca le consideró y así retrata su proverbial pasividad o pereza sin hacer sangre. Estas burlas adquieren un trágico significado cuando lloramos conmocionados las tres nuevas muertes españolas en la guerra de Afganistán. No nos valen las lágrimas de la Chacón , los pésames del presidente, ni sus conversaciones con el jefe de la Oposición. Hace poco leí a Lucía Méndez que cuando el insignificante Montilla accedió gozoso a su cargo y empezó a exigir lo que ZP no esperaba, este le espetó que quién le iba a decir que llegaría a president de la Generalitat, que siguiera su ejemplo y disfrutara del momento. Resulta trágico. A la política se puede llegar por pura ambición animal, sin la adecuada formación o siendo registrador de la propiedad, ganando primarias o nombrado a dedo, pero el que accede a ella y se deja cegar por el relumbrón, sin reparar en la trascendencia de sus decisiones pone en peligro el proyecto que dice defender. No se comprende salir de una guerra y entrar en otra --por mucho que se le niegue el nombre-- dando la impresión de que es porque el presidente del país cuya bandera una vez se despreció, ahora es tu pareja interplanetaria. Ser un líder político exige un espíritu de servicio y una profundidad en el pensamiento que no se percibe en los actuales mandamases. De vez en cuando un funeral es poco tributo por el gustirrinín que da mandar. Pero ya van noventa y cuatro.