Por segunda vez desde que gobierna, el PP perdió el jueves una votación parlamentaria por la ausencia de sus propios diputados. 92 parlamentarios --entre ellos 22 populares-- hicieron novillos en el Congreso y, de ese modo, impidieron la aprobación del último paquete de medidas contra la delincuencia impulsado por el Gobierno: desde la obligatoriedad del test del ADN para los sospechosos de delitos sexuales y de sangre hasta el establecimiento de un mecanismo para evitar la excarcelación de presos preventivos que puedan reincidir.

El rígido sistema electoral, que afianza el poder de los partidos al otorgarles la prerrogativa de confeccionar las candidaturas sin que los votantes puedan modificarlas, ha convertido a muchos diputados en obedientes peones que votan en el Congreso al dictado de su jefe de filas. Más preocupados en repetir en las listas que en la iniciativa que se debate, algunos --no todos-- se limitan a ocupar su escaño de martes a jueves tres semanas al mes, cuando no se ausentan como hicieron muchos el pasado jueves. La reprochable actitud de estos depositarios de la soberanía popular contribuye al descrédito de la política y al desapego de los electores hacia sus representantes.