TSteguramente, a los japoneses siempre se les dijo que un accidente como el de Chernobil nunca sería posible en su país, lo mismo que ahora dice Eric Besson , el ministro francés de Industria "Todas las plantas de energía nuclear de Francia fueron diseñadas contemplando los riesgos sísmicos y los riesgos de inundación".

Un terremoto, un atentado terrorista, un fallo humano, un desgaste de material,- da igual, exactamente igual, ninguna sociedad debería asumir dicho riesgo, el ser humano no puede asumir un riesgo cuyas consecuencias le superan. Y los políticos y medios de comunicación, que ahora en Extremadura y en España forman el poderoso lobby nuclear, no pueden, y nadie puede, asegurarnos durante 10, 100 o 1.000 años que las instalaciones nucleares y los residuos que ahora producen no vayan a ocasionar un desastre nuclear como el producido en Chernobil, o el que estuvo a punto de ocurrir en Vandellós I, cuyos residuos se encuentran en Francia después de cerrarse la central, o el accidente en 1970 de un reactor de la Junta de Energía Nuclear, antiguo centro de investigación nuclear, que después se convirtió en el Ciemat, cuyos residuos se guardan en bidones, sin vigilancia, ni control, en la antigua mina de La Haba (Badajoz).

En época de crisis, o en cualquier época, parece ser que cualquier decisión tiene que pasar por el tamiz de la economía, y ahí es donde más y mejor miente el lobby nuclear, a sabiendas de que la mayoría de los ciudadanos anteponen el bienestar inmediato a un riesgo difuso. Pues bien, nosotros, los ciudadanos, a través de los impuestos subvencionamos la energía nuclear y lo seguiremos haciendo durante 10, 100 o 1.000 años. Es así, como la industria nuclear se ha convertido en el más claro ejemplo de externalización de los costes, que implica cargar parte de éstos a la sociedad, como seguridad, responsabilidad civil, gestión de los residuos y el desmantelamiento de las viejas centrales. Así, privatizando los beneficios y socializando las pérdidas, cualquiera se apunta , como diría aquél.

La razón, los hechos y el tiempo juega en contra de los intereses nucleares, y su peligro y los grandes costes ambientales y económicos que implica su utilización deben hacer cumplir al Gobierno su compromiso electoral de un calendario de cierre de los ocho reactores nucleares existentes, lejos, muy lejos, de los intereses de las compañías energéticas y de algunos líderes políticos y sindicales que hoy forman parte del lobby nuclear.

Hoy más que nunca la nuclear no es la solución; su energía es cara, contaminante y muy peligrosa, y no hay compañía de seguros, ni político en la Tierra que pueda asegurar los daños medioambientales y humanos de un posible accidente nuclear.

*Coportavoz de Ecolo-Verdes de Extremadura.