Cuando sigo manteniendo la imagen de una triste y nada convincente celebración de la República Catalana en la plaza de San Jaime de Barcelona por televisión, y como tantos aún no he salido del asombro por la votación producida el viernes en el Parlamento a eso de las tres y media de la tarde, me planteo la necesidad de que, frente a los agravios por los que allí se clama, no dejemos de centrarnos en los nuestros.

Me refiero al movimiento sindical y empresarial, luego político, y finalmente y por suerte ciudadano, de reclamar un buen servicio ferroviario para Extremadura. Prefiero usar esa fórmula porque comprende tanto la ‘oficial’ de un tren digno, criticada por su indefinición además de equivalente a ser pobre hasta en el pedir, como la de reclamar sin tapujos el AVE defendida por el expresidente Ibarra, equiparable al que tienen otros, pero que también oculta que no solo pedimos alta velocidad Madrid-Extremadura-Lisboa, sino también un trazado moderno Badajoz-Puertollano, o que no se entierre para siempre el corredor convencional Oeste, Gijón-Sevilla, actualmente cortado entre Astorga y Plasencia.

Esta semana se ha salvado en el movimiento por el 18N, todos a Madrid, un escollo no precisamente pequeño, la participación de la plataforma Milana Bonita.

ES CIERTO que esta reivindicación, esta indignación, este cabreo, no es de anteayer. Hay personas que vienen luchando hace años por subrayar y combatir la vergüenza regional del ferrocarril que padecemos, y la mayoría de las veces en el desierto, escuchados con ese encogimiento de hombros tan nuestro: tienes razón, pero qué podemos hacer, somos pocos y nunca nos hacen caso, además no luchamos por lo que nos corresponde. Entre otros ahí está el ex ferroviario y ex director general de Transportes en la Junta, Ángel Caballero.

Yo señalaría la primavera de 2016 como el nacimiento del movimiento actual, y a los sindicatos CCOO y UGT, y a la patronal CREEx, como los primeros que se echaron hacia adelante, con el abrigo e impulso de la Junta, es cierto. Sus líderes Julián Carretero, Francisco Capilla y Javier Peinado -por fin se percibe un liderazgo empresarial entregado a la región- saltaron al ruedo en el palacio de Congresos de Badajoz en aquella presentación de la plataforma social y política por el ferrocarril; luego se sumaron los partidos políticos y, por primera vez en la historia reciente, derecha (PP) e izquierda (PSOE) alcanzaron un mínimo compromiso.

Aquello desembocó en una animosa pero no del todo manifestación en Badajoz el 22 de octubre, hace algo más de un año; muchos de los que hoy sí están, aquel entonces ni aparecieron. Estaban los de siempre y algunos más, pero aún faltaba la gente, diría yo; que la indignación individual y a millares de sufridos viajeros estallara.

Se anunciaron nuevas movilizaciones que nunca llegaron a producirse. La caldera bullía pero hacía falta quien la destapara, y en eso la aparición de Milana Bonita ha sido una bendición; posiblemente se deba a la desconfianza profunda que en la ciudadanía se ha instalado hace años con los liderazgos ‘clásicos’, hacia partidos, sindicatos, organizaciones empresariales. Se necesitaba un liderazgo social, iniciado por alguien pero luego colectivo, y ahí estuvo la ‘performance’ de Los Santos Inocentes en Atocha. Los milanos han salido por todas partes.

Esa plataforma dijo que no iba el 18N y tras una reunión con la coordinación del evento han rectificado, por suerte. Era un error romper, disgregar, buscar diferencias y no empeños comunes, que es lo que siempre nos ha pasado. Con todas las salvedades que se quiera -para la interioridad de los preparativos queda por qué y para incluir a quién se apuntó la palabra de acto ‘festivo’-, todos debemos estar ahí y si hace falta dar una bofetada a la opinión pública española para que ese día no mire a Cataluña sino a la plaza de España de Madrid.

Hay que seguir trabajando en ello como si lo de la desgracia separatista no ocurriera. Hay muchos agravios en el resto de España y este es uno de los nuestros, no el único desde luego, y tampoco es momento de discutir si el principal.