Como cada verano, los pueblos de este pequeño gran rincón del Suroeste se llenan de coches y gentes venidas de fuera. Emigrantes, hijos, y nietos de emigrantes vuelven a la casa de los abuelos. Con ellos saldrán de paseo por las tardes, se sentarán a la puerta, irán al consultorio para pedirle al médico sustituto un chequeo porque lo ven, como cada verano, peor. Hace años, cuando me llevaban de veraneo, me fascinaba ver esas parejas de ancianos extranjeros en descapotable o en ´roulotte´ tirando millas bajo el sol inclemente de nuestra piel de toro. Me decía que, cuando alcanzara esa edad, me gustaría hacer lo mismo. Viajar, guía en mano, por países exóticos como el nuestro. Disfrutar del merecido descanso. Seguidamente, contemplaba a los mayores de nuestros pueblos y me preguntaba por qué no eran como los holandeses, franceses o sajones de aquellos veranos. ¡Si hasta parecían menos viejos! La respuesta era bien simple: los nuestros estaban más cansados, terriblemente más cansados. Y así siguen. Sólo hay que mirarles a los ojos, nublados por el cegador sol de las eras, las fábricas, minas y los campos, palpar sus vértebras melladas de haber cargado tanto peso y tanto agravio. ¿Cómo iba a ser comparable la vejez de un europeo -que lo lleva siendo mucho tiempo- a la de un aspirante a europeo?

Este verano, gracias a las bondades del sistema, muchos de nuestros mayores irán a la playa. Dormirán en residencias asistidas; los más afortunados, en habitaciones contiguas a la de sus nietos. Se someterán a análisis y escaners con tal de apaciguar la conciencia de sus familiares. Y cuando estos se marchen a las ciudades, ellos volverán a su vida de verdad, a asistir al lento declinar de sus facultades y recuerdos. Quizá nunca hayan ido al extranjero ni leído guía de viaje alguna; no dejan por ello de ser menos venerables. Pero, ¿ y nuestra vejez? ¿Está asegurada? Parece que sí, ¿pero en qué condiciones ? ¿Se parecerá más a la de un jubilado holandés o a la de un jornalero extremeño de la posguerra? Y es que los tiempos pueden retroceder que es una barbaridad. Y si no, que se lo pregunten a nuestros mayores.