El presidente de la Generalitat de Cataluña, Pasqual Maragall, y el exconseller en cap, Josep Lluís Carod-Rovira, se sometieron ayer al control del Parlamento catalán. Maragall reprochó al líder de ERC su error, avaló que de todos modos éste no incurrió en ninguna connivencia con ETA y dio por zanjada la crisis en el tripartito. Carod-Rovira, en cambio, encarado a las críticas aparejadas de los líderes de CiU y el PP, Artur Mas, Josep Antoni Duran Lleida y Josep Piqué, tuvo tan escaso margen de maniobra que recibió un varapalo.

Tras esta sesión, las heridas entre socialistas y republicanos no cicatrizarán hasta que un tramo de actuación normalizada de gobierno les devuelva la confianza mutua. Y será difícil que ello ocurra hasta que se sepa cómo encaja de nuevo en el proyecto conjunto, tras las elecciones del 14 de marzo, el secretario general de ERC.

Las vacilaciones sobre cómo y cuándo dejará Carod-Rovira de ser conseller refuerzan esa impresión de cuestión abierta. Y también será necesario que Pasqual Maragall sepa compaginar a partir de ahora un escrupuloso respeto y una absoluta lealtad hacia los aliados con una condición, también necesaria e imprescindible, de presidente de Cataluña fuerte.