WUw n nuevo clima de unidad frente al terrorismo parece haberse instalado, por fortuna, en la política española. El PP ha estado a la altura de su responsabilidad como primer partido de la oposición y ha evitado arrojar a la cara del Gobierno el atentado cometido por ETA en Durango, el viernes. Esa es una mala noticia para ETA. La banda veía cómo las fuertes discrepancias entre socialistas y populares le abrían inesperadamente un terreno donde amplificar los mensajes y sacar rendimientos para su turbia estrategia. Ahora hemos vuelto a la normalidad, que consiste en que las fuerzas democráticas condenan los atentados sin paliativos y renuncian a sacar réditos electorales de las acciones terroristas. Tal vez el PP ha entendido que la táctica seguida durante el proceso de final dialogado de la violencia no le ha dado los beneficios políticos esperados. Al contrario, Mariano Rajoy mostró un perfil excesivamente duro en este asunto, que monopolizó su acción opositora y que, entre otras cosas, le hizo salir derrotado por el presidente del Gobierno en el último debate sobre el estado de la nación. Rajoy ha insistido ahora, eso sí, en que el Gobierno inicie los trámites para ilegalizar a Acción Nacionalista Vasca, un partido que se niega a condenar el atentado. Sin embargo, no es suficiente desde el punto de vista jurídico la ausencia de esa condena para la ilegalización. Ese será uno de los temas de debate en los próximos días. Pero parece que este se ha abierto de forma razonable y sin dañar el "muro" de unidad con el que, en palabras pronunciadas por el presidente Rodríguez Zapatero, se encontrará ETA frente a los demócratas.