Mucho trabajo le espera al Gobierno a su regreso de vacaciones para poder afrontar los retos que parecen marcar el rumbo político en el último cuarto del año y que van a convulsionar en cierto modo el desarrollo de la legislatura. El acuerdo de la financiación autonómica, la búsqueda de soluciones para la crisis económica y la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) conformarán una carta de navegación que necesitará del respaldo de la mayoría suficiente para garantizar la estabilidad política, y eso siempre conlleva negociar algún tipo de pacto con otras fuerzas políticas, que a priori parece más factible con el PNV o incluso con CIU, pero donde entra también el PSC, integrado en el PSOE, pero con la independencia y soberanía suficientes para plantarle cara al gobierno.

Respecto al acuerdo sobre financiación autonómica, inicialmente comprometido para el mes de noviembre, parece obvio que se abrirán tres frentes en la negociación: el de las comunidades gobernadas por los socialistas excepto los catalanes, el del PSC y sus socios, y el resto. Esto hace pensar que existirán dificultades, que el documento comprometido para un plazo de tres meses no será el definitivo y necesitará, en el mejor de los casos, de más tiempo para su maduración y aprobación. Otra cosa bien diferente son los PGE, donde la crisis económica y todas las consecuencias derivadas de ella condicionarán su contenido. Claro está que aquí también entra la financiación de las regiones y el destino de muchas inversiones, lo que nos hace suponer que habrá batallas paralelas e incluso solapadas en muchos aspectos, por mucho que haya quien se empeñe en desligar una cosa de la otra. Además de esto, está en juego el destino y la estabilidad de algunas alianzas estratégicas como las existentes en Cataluña, con un claro empeño de sacar adelante el Estatut y no con pocas dificultades para ello en el contexto actual. Ardua tarea, la que le espera a Zapatero , para encajar este puzle de intereses.