Maestro

El pasado día 11 se conmemoraban dos sucesos que no permitan los dioses vuelvan a repetirse. Hace dos años más de tres mil personas morían en el ataque a las torres gemelas. Tres décadas hace de otro que supuso la premeditada muerte de la democracia y la libertad en Chile. Treinta años han pasado y el dictador, juzgado y condenado, sigue vivo y las imágenes y sonidos que estos días han recordado el golpe militar, el ataque al Palacio de la Moneda y la muerte de Allende, siguen conmoviendo lo más profundo de los corazones de quienes amamos la libertad y deseamos el triunfo de la verdad y la justicia. El pasado 11 de setiembre, detrás de la puerta de cada aula de educación infantil y primaria comenzaba una nueva historia que culminará en junio. Sus protagonistas son los chavales y sus maestros que asumen la responsabilidad de colaborar en la formación de los ciudadanos del mañana, para disfrutar de la libertad que ampara la democracia. Cada grupo de alumnos, con sus profesores se erigen en protagonistas del tramo de su historia que comprende los meses de escolarización, conscientes de que el tiempo perdido no se recupera y que cada día es diferente del anterior y del próximo. El objetivo de la escolarización obligatoria está claramente definido en el preámbulo de la denostada LOGSE. Entre otras cosas dice: "En la educación se transmiten y ejercitan los valores que hacen posible la vida en sociedad, singularmente el respeto a todos los derechos y libertades fundamentales, se adquieren los hábitos de convivencia democrática y de respeto mutuo, se prepara para la participación responsable en las distintas actividades e instancias sociales. La madurez de las sociedades se deriva, en muy buena medida, de su capacidad para integrar, a partir de la educación y con el concurso de la misma, las dimensiones individual y comunitaria". "La educación permite, en fin, avanzar en la lucha contra la discriminación y la desigualdad, sean éstas por razón de nacimiento, raza, sexo, religión u opinión, tengan un origen familiar o social, se arrastren tradicionalmente o aparezcan continuamente por la dinámica de la sociedad". Todo ello amparado por nuestra Constitución, próxima a cumplir el cuarto de siglo, que ha atribuido a todos los españoles el derecho a la educación, garantizando las libertades de enseñanza, de cátedra y de creación de centros.

A cada comunidad educativa corresponde, a través de sus órganos de representación y gestión de los centros educativos consensuar el modelo de ciudadano que desea para que la formación se dirija a tal fin. La responsabilidad de los resultados finales compete a padres y docentes, por lo que el trabajo coordinado entre ambos es fundamental, sin olvidar el influjo de los modelos que priman los medios de comunicación, fundamentalmente la televisión. Educar exige, además del cumplimiento de determinadas normas, un esfuerzo para los educadores y los educandos. Nada se consigue sin esfuerzo. El futuro no puede encomendarse a la suerte. ¡Feliz curso a todos!