En un artículo publicado en 'El País' el 3 de noviembre de 2010, Juan Carlos Rodríguez Ibarra titulaba "Nueva sociedad, ¿nuevo liderazgo?", y en el último párrafo resumía su argumentación: "Vivimos un cambio general de estilo de liderazgo, que desplaza un formato dominante marcado por la búsqueda del control y de la anticipación del futuro como una proyección del pasado lo más ajustada posible, hacia un modo emergente cuyos rasgos característicos son la flexibilidad y la incertidumbre". Ciertamente. El análisis de la realidad, y no solo española, así lo confirma.

Uno de los movimientos sociales más novedoso de los últimos años, el 15-M, tuvo como premisa la ausencia de liderazgos. Otras organizaciones sociales, como la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca), reiteran, cuando se ven sobreexpuestas a la prensa, que quien habla --la ya popular Ada Colau , recientemente-- es una portavoz circunstancial. El Partido X, de nueva creación y emergido en Internet, asegura no contar con líderes; dicen que el vídeo promocional está hecho con actores, pues quien les represente tendrá un liderazgo coyuntural y específico llegado el momento. Fuera de España, el cómico italiano Beppe Grillo no solo sería un líder completamente atípico por su profesión, sino, sobre todo, porque es perfecto ejemplo de líder "informal": ni ha sido candidato en las elecciones ni ocupa cargo alguno en el Movimiento 5 estrellas, que se autodefine como "libre asociación de ciudadanos", y que ha convulsionado la política italiana logrando ser el partido más votado y arrastrando la cuarta parte del cuerpo electoral.

Cuando, a finales de 2011, estuvo en Cáceres Josu Gómez Barrutia , presidente de Progresistas España, presentando su libro "¿Y ahora qué? El nuevo socialismo", explicó convincentemente algo que creo que está en el origen de esta catarsis del liderazgo, y es que los "liderazgos reales" han ido siendo sustituidos por "falsos liderazgos": los primeros provendrían de la sociedad civil, tendrían su legitimación en ella y por tanto se verían respaldados desde ella en su trayectoria como tales; los segundos surgirían en el interior de los partidos políticos, y serían designados por sistemas indirectos de representación (delegación), siendo resultado del poder oligárquico interno, no teniendo así ni la misma legitimación ni lógicamente el mismo respaldo social. Esto, con lo que coincido, se ha ido agravando con el paso de los años, pues se ha ido profundizando en el control férreo de las cúpulas de los partidos, completamente desconectadas de sus bases (y por tanto de la ciudadanía), al tiempo que la sociedad, confiada en que serían los partidos quienes para siempre gestionarían eficazmente los asuntos públicos, se ha ido adormeciendo y ha dejado de generar liderazgos naturales.

XSIGUEN VIGENTESx elementos clásicos del liderazgo (coherencia, fortaleza, confianza), de modo que nunca podrá ser aceptado como líder (otra cosa es que sea impuesto), al menos durante mucho tiempo, alguien que se contradiga, que decaiga fácilmente ante las dificultades o que traicione a los suyos. Siguen vigentes también la asunción máxima de responsabilidad y la lucidez más allá de la visión general. Pero frente a todo esto, surgen, como ya he apuntado, nuevas necesidades: abarcar cada vez mayores espacios de información y gestión, saber superar el muro de desconfianza que se ha erigido entre política y ciudadanía, ser capaz de improvisar frente al cambio social o manejarse lo mejor posible en el ámbito de las nuevas tecnologías, por citar las más relevantes.

Todas las experiencias que conozco de nuevos movimientos sociales, de redes de trabajo nacidas bajo la cobertura de Internet, de partidos políticos emergentes o de grupos críticos dentro de organizaciones veteranas, pasan por una idea: el liderazgo compartido. Es posible que progresivamente se vuelva al liderazgo natural proveniente de la sociedad civil, frente al de los partidos políticos institucionalizados, pero lo que cada vez parece más seguro es que los próximos liderazgos deberán constituirse en equipos (idealmente de tres o cinco personas) que, con la suma de sus inteligencias individuales, logren alcanzar y controlar todo aquello que escapa de las manos a los viejos liderazgos en esta nueva sociedad.