Hace semanas que la corrupción política salta a la opinión pública. Nuevos escándalos de actuaciones irregulares invitan a los políticos a hacer proclamas en defensa propia. El modelo político se ha corrompido por la desviación de los objetivos ideológicos. El político rinde cuentas a su partido antes que a sus votantes. Cuando los intereses de partido se anteponen al servicio del pueblo, se ahoga la función política --que es pública por definición-- en beneficio de las ansias de poder. El modelo político actual está agotado por su propia autodestrucción. Hacen falta dirigentes de élite que sean profesionales honrados desvinculados de peajes ideológicos. Pedimos técnicos preparados en todos los campos profesionales. ¿Por qué no exigimos especialistas en derecho, economía, medicina, etcétera, para dirigir los destinos del país como gobernantes competentes? ¿Quién evalúa la eficiencia política de cada político a corto plazo? Con las elecciones actuales es ridículo y muy grave, porque la responsabilidad pública recae sobre los ciudadanos que se ven perjudicados cuando la actuación del político de turno es negativa o insuficiente. Es urgente un nuevo modelo de elecciones. Hace años que se habla de listas abiertas, pero ningún Parlamento del Estado se atreve a legislar un nuevo sistema electoral. Hay que vincular la figura del político a la de un opositor a una plaza de trabajo obtenida por sus méritos y por los votos de los ciudadanos. Concurso abierto para candidatos sin vínculos gremiales con las entidades políticas, y siempre respetando su idiosincrasia. El desencanto político de la sociedad solo se evitará si se modifica el sistema de listas cerradas.

Ramón M. Sanglas **

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